06. O´SO´LO
La brutal tormenta de nieve zarandeaba la pequeña caseta de madera perdida en medio de los inmensos bosques, aislada de cualquier lugar habitado.
Salía arrastrándose cada media hora a palear delante de la puerta intentando no quedar sepultado.
El extravagante profesor dejó a sus colegas de universidad boquiabiertos al comunicarles que disfrutaría de un año sabático para preparar el ensayo definitivo sobre la esencia de la soledad. Dijo que quería ser recordado como el mejor filósofo del aislamiento.
Llevaba once meses absolutamente incomunicado pero sus apuntes eran exiguos. No conseguía avanzar hacia la verdad definitiva.
Sonó un fuerte golpe. Pensó que era una rama de abeto arrancada por el huracán.
Abrió la puerta para retirarla.
No tuvo tiempo de reaccionar. El enorme oso se abalanzó sobre él. Había olido su sangre caliente desde kilómetros de distancia.
Los dos entes solitarios por fin se habían encontrado.
Bajo el aliento del plantígrado ambos saciaron su hambre; el animal de alimento, el profesor de sabiduría.
Acababa de descubrir la verdadera esencia de la soledad en el instante mismo en que las descomunales fauces le arrancaban la cabeza, ahora sí, plena de conocimiento.
Para probar cualquier teoría lo mejor es la práctica directa. Para saber de lo que se habla hay que experimentarlo. Hasta ahí todo bien, lástima que el conocimiento le llegase demasiado tarde a tu protagonista, cuando ya no podía dejar constancia de sus impresiones. También es mala suerte que en el páramo más yermo, el ideal para empaparse de ciencia, encontrase también la peor de las compañías posibles.
Un saludo y suerte, Pablo
Pablo este sabio tuyo debería haber ido con más deffensas, no dudo de su sabiduría pero sí de su experiencia en vivir en el monte. Que tengas más suerte que tu sapiens.Abrazos de oso.
Lástima que tu protagonista alcance su plena sabiduría en el momento de su muerte. A veces tanta soledad solo trae tragedia. Terrible imagen la del momento en que le oso le arranca la cabeza. Un abrazo,Pablo.