67. PAISAJE PERPETUO (La Marca Amarilla)
Cada día, a la hora de la siesta, salía al balcón para admirar aquellas magníficas vistas, aquellos paisajes inalcanzables, siempre diferentes. No había tarde, daba igual que lloviera o hiciera un deslumbrante sol, sintiera frio o calor, que no se asomara a aquella atalaya que tan libre le hacía. Al cabo de unos minutos, volvía a su lúgubre habitáculo, con su apestosa letrina, con la odiosa reja en la ventana que oprimía aquel trozo de cielo, y se acostaba en el camastro para seguir dormido.
Cuando es muy poco lo que tenemos, es cuando apreciamos en su justa medida las cosas. Si tu protagonista fuese un hombre libre, con una vida ajetreada, como la de la mayoría, con exceso de objetos y posibilidades y pocas opciones para disfrutar tranquilamente de todo, seguro que no se detendría con tanta devoción a admirar el paisaje que se aprecia a través de la única abertura que se le permite, algo de lo que disfruta, pero también le llenará de pesar, pues sabe que no va a poder integrarse en esos «paisajes inalcanzables» durante mucho tiempo, encerrado en su celda.
No conocemos cuál es la causa por la que permanece recluido contra su voluntad, si será justa o injusta, pero sí sabemos que es un hombre sensible.
Un abrazo, Marca ¡campeón!
Gracias por tu comentario, campeón!!
Es verdad que uno aprecia los paisajes que no puede alcanzar, o los aprecias en libertad y los anhelas preso, aunque sea en sueños!! 😉
Un abrazo!!