21. Pasando el Puerto
Íbamos pasando el Puerto de Pajares, despacito, en el 850. Cada vez estaba más oscuro. Nevaba mucho. El motor no daba para más…
Se calla. Se la he escuchado millones de veces. Tal vez esta sea la última. Ojalá que no. Pero esta vez es diferente. El corazón me ha dado un vuelco raro.
Por fin vimos las luces. Y tu madre y yo suspiramos, aliviados.
Mamá estaba contigo, pienso acariciándole su mano. No teníais nada que temer.
Y ella te cogió en el capazo, bien abrigada con tu manta azul, aquella que le gustaba tanto. Y yo, con las manos agarrotadas de frío, me aseguré de cerrar bien el coche.
Y una puerta se abrió y…
Sus lágrimas le impiden contarme que de un bar de una gasolinera, que ya no existe, salieron muchas manos llenas de calor que nos acogieron. Y nos encontramos un hogar cálido entre tanto frío.
Antes me levantaba y me iba sin escucharles terminar nuestra historia. Cosas de adolescentes, me defendía mamá.
Ahora procuro que él me la cuente todos los días. Despacio, con pausas, trastabillándose, entre lágrimas, tembleque de manos…
Con mamá en el corazón de los dos. Siempre.
Cuántas cosas que hicimos o dejamos de hacer en la adolescencia hoy las cambiaríamos. El pasado no puede variar, pero el presente sí. Cuanto más mayores nos hacemos más contamos cosas de ayer, que quedaron grabadas en nuestras vidas, con integrantes que ya no están. La paciencia de esta hija con su padre es encomiable. El recuerdo de la madre la mantiene viva.
Nostalgia y tristeza, como corresponde, pero también ternura y buen contar.
Un abrazo y suerte, Esperanza, que este año haga honor a tu nombre.
La realidad a veces supera a la ficción.
Esa familia es la mía, taitantos años atrás. A mis padres, que dudo que hubiesen visto tanta nieve hasta entonces, les cayó una nevada que ni la que ha traído Filomena. El bebé era mi hermana, yo también iba en ese coche. Abultaría un poco más, no demasiado.
Pero esta vez he cogido ‘los mandos’ para recordar(me) que las historias de familia, por muchas veces que se cuenten, seguirán estando ahí. En algún rincón de nuestro corazón y de nuestra memoria.
Gracias Ángel.
Ojalá que este año sea algo más llevadero.
Esperanza, has contado muy bien tu realidad de antaño. Suerte y saludos
Imposible no releerlo. Imposible contener la emoción. Y una lágrima.
Una historia conmovedora como las tantas que nos han contado sin que hiciéramos mucho caso y ahora añoramos volver a escuchar. Al menos tu protagonista puede hacerlo y recordar a dos corazones a la madre.
Esperanza, un relato precioso escrito con el corazón y de primera mano.
Un abrazo y mucha suerte.