79. Pata palo
El abuelo era de fiesta continua; para trabajar le iba muy justo. Me dicen que ella era la esforzada esposa que cargaba las necesidades a su espalda.
Todos sabían que tenía dicho que antes de su funeral quería un buen jolgorio, así que no hubo más remedio que organizarlo. Mucho esfuerzo y dinero que no sobraba. La gente lo pasó en grande mientras ella, su hermana y mi madre se encargaban de todo, exhaustas.
Al cementerio lo llevaron a hombros. Todo normal hasta que en la cuesta final hubo un trastabillo y cayó el ataúd al suelo. Su inquilino salió rodando y vino a revivir tras el golpetazo.
Como era lógico se tuvo que organizar un festejo de bienvenida.
No tardó en fenecer de nuevo; cuatro escasos días. Más sarao.
Cuando se colocaban esta vez para llevar el féretro, mi abuela agarró a Joaquín del hombro y lo echó rudamente hacía atrás para que lo sustituyera otro.
Es preferible que Joaquín, con su pata de palo, no vuelva a desnivelar el transporte del féretro para que no se caiga, no sea que, de nuevo, reviva el abuelo, para luego morirse, con el correspondiente jolgorio y trabajo para la pobre abuela e hija, un poco de seriedad con las cosas serias. Algunos tipos no dejan de dar trabajo ni después de muertos.
Buena historia de humor negro, Javier.
Un abrazo y suerte
Gracias, Ángel. A veces hay que parar la fiesta.
Abrazos