115. PERROS CALLEJEROS (Yolanda Nava)
Era un cabrón. Un auténtico hijo de perra. Como tal murió una noche cualquiera en un antro de las afueras a manos de no se sabe quién. Unos dicen que lo apuñaló un yonki al que le disputaba el territorio. Otros que se lo cargó el chulo de la última puta a la que rajó la cara… Pronto dejan de comentar contentos con haberlo perdido de vista.
No hay flores sobre su tumba. Solo hay un perro cada vez más escuálido que lanza al aire una pena animal cada vez más exánime.
Hola, Yolanda.
La fidelidad animal llevada a sus últimas consecuencias. Los perros callejeros pueden ser así, fieles al perro callejero con dos piernas muertas. Me encanta eso de «pena animal», bueno, y todo el texto. Besos.
Qué bonito, en su tristeza, lo que nos cuentas. Hasta la persona más abyecta es capaz de dar cariño, lo malo es que, en demasiadas ocasiones, no sea a sus iguales. Su amigo, que no sabe de esas cosas, le corresponde hasta la muerte. Enhorabuena, Yolanda. Un saludo y suerte.
Hasta la persona más egoísta y dañina puede tener, según con quien, buenos sentimientos, lo hemos visto en dictadores y en otros seres realmente abyectos. Entre los perros callejeros, los que lo son por razón de su naturaleza, tienen, sin embargo, mucha más humanidad que sus compañeros de calle urbanos.
Un relato lleno de fuerza, que habla de la fidelidad verdadera.
Un abrazo grande, Yolanda. Suerte
Contraste radical entre la aspereza del primer párrafo y la ternura del segundo; entre una vida perra y la otra. Con las palabras justas, sin adornos superfluos. ¡Muy bien!
Crudo. Muy poco tuyo. Me sorprende y me gusta a partes iguales. Ese perro deambulando sobre la tumba es un cierre magnífico. Enhorabuena Nava
Excelente relato. De todo mi gusto.
Felicidades y abrazos mil.
Encontrar un tema interesantísimo, que pocas veces se comenta, y hacer un relato que lo deja tan claro, me parece estupendo.
Aplaudo y mando abrazos.
Muchas gracias Martín, Ángel, Jesús, Edita, Arantza, María y Javier por acercaros a mi texto y dejar vuestra generosa opinión.
Besos.
Yolanda, como tu cuentas, el cariño incondicional no conoce barreras. Suerte y saludos
¡Para qué veas!Hasta el más cabrón, puede tener un animal fiel que llore su pérdida. Siempre que se relatan historias de perros que acompañan a sus amos hasta la tumba y les lloran día tras día, damos por supuesto que éstos eran buenas personas, pero no tiene porqué ser así. Basta con que sean buenos con el animal (aunque la cosa suele ir en paralelo)
Buena apuesta, Yolanda.
Gracias Anna y Calamanda. Besos dobles.