130. ¿Pesadilla? (Elysa Brioa)
Despierta al oír el cuchicheo, abre los ojos y alza la cabeza para atisbar en la penumbra de la habitación. Se sobresalta al observar una fina raya de luz que recorre el piso desde el guardarropa. Pone los pies en el suelo y camina hacia esa luminosidad, asoma la cabeza y una expresión de absoluto desconcierto se apodera de su rostro. Durante unos minutos permanece inmóvil contemplando el interior, no hay ropa, solo un pasillo interminable del que no se alcanza a ver el final e infinidad de portezuelas que se pierden en la oscuridad del fondo. Avanza inseguro, gira el pomo de la primera puerta y lo asalta la imagen de un laberinto de pasillos que se bifurcan en direcciones imposibles, hace lo mismo con la segunda y se repite la escena. Asustado intenta volver sobre sus pasos pero su espalda choca contra un muro. Lleva la mano a la garganta con la esperanza de contener la sensación de ahogo, pellizca con fuerza la mejilla, no sirve de nada, todo su cuerpo empieza a temblar sin contención cuando una voz, que suena como vidrio arañando las paredes, le susurra: espéranos, ya vamos, y no…, no estás soñando…
Qué inquietante ELysa! Muy angustiosa esa sensación que tan divinamente trasmites, me dejas con el miedo pisándome los talones.
Un par de abrazos temblones y suerte.
Ely, cuando mencionas espejos o vidrios te salen unos relatos de lo más turbador. Este agobia y sofoca. Conclusión: no hay que meterse nunca en un armario, en todo caso salir… Besos y suerte.
Muy bien traída esas sensación de perdición, agonía y miedo. La última frase pone los pelos de punta. Mucha suerte 🙂
Sí, y horrible. Semejante pesadilla. Muchas felicidades!!!
Elysa, inquietante y claustrofóbico tu laberinto. Muy bueno. Abrazos.
Elysa, nos has introducido en este armario con mano experta y nos atrapas con imagenes que inquietan. Suerte y saludos
Miedo sí que da, Elysa. Suerte.
No es un sueño, eso es tenebroso. Muy bueno, suerte.
Saludos.
Qué angustia y desasosiego el que creas, pero me ha gustado.
Muy buen relato.
Un abrazo
Pues como dice el señor Ximens, el final ¡da mucho miedito!