90. Piedras (Marta Navarro)
Caminaba por el bosque con las manos repletas de piedras: densas, opacas, rocosas… Las elegía con pericia: firmes, macizas, rugosas… Las libraba en un suspiro del polvo de los siglos y el olvido y, a los pies del viejo sauce donde cada tarde, al borde mismo del río, recostaba indolente su cuerpo fatigado tras la caminata, las apilaba con mimo: plomizas, compactas, terrosas… Extraña colección que desde hacía días aumentaba en secreto en una irracional pulsión que no lograba detener.
⸺¡Ven…!, una voz entre las aguas la llamó de pronto.
⸺¡No!, −musitó la mujer con desaliento− ¡no, no, no!, repitió sacudiendo la cabeza.
Los fantasmas la acosaban, la ahogaba la rutina, su propia mente conspiraba contra ella.
⸺Ve…, nada temas…, descansa…, la animaba el rumor del viento a cada ráfaga.
Una lágrima solitaria rodó al fin −triste señal de rendición− por su mejilla. Guardó en los bolsillos del abrigo las piedras que aún tenía entre las manos y dejó de resistirse.
«Pasaré como una nube entre las olas», murmuró Virginia al adentrarse poco a poco, un paso tras otro, en las hipnóticas aguas del río. Su alma desnuda atisbaba el infinito. Su cuerpo de mujer se desvanecía.
Precioso, Marta. Te adentras en el alma y cuentas de tal forma que haces que la tragedia se convierta en liberación. Me ha gustado mucho este homenaje-recuerdo a una mujer tan incomprendida en su época como admirada en las siguientes.
Un abrazo.
Incomprendida como pocas, es cierto… Muchísimas gracias, Manoli. Me alegro un montón de que te haya gustado. Un beso grande.