131. Pintamorros.
Me costó mucho encontrar la legendaria isla de las mujeres. Una extraña pista me llevó a las coordenadas exactas. Tras navegar por mil mares y enfrentarme a mil monstruos marinos, llegué a la ansiada isla. Nunca antes había visto a una mujer, por lo que fue sencillo identificarlas. Tenían dos barrigas en el pecho y parecía que todas estaban amputadas del pene, la cicatriz todavía les sangraba. Ellas también me miraban raro, nunca habían visto a un hombre. Tocaban con insistencia mi pene creyendo que era una sanguijuela y les resultaba raro ver tanto pelo en mis barrigas desinfladas. Ellas me preguntaron que cómo veníamos al mundo. Yo les dije que nos traía una cigüeña. A ellas también; extraña coincidencia.
Pasé una larga temporada entre ellas hasta que no sé si dejaron de interesarse por mí o yo pasé de interesarme por ellas. Por lo que decidí regresar a la isla de los hombres. Como ofrenda de despedida les dejé mi maquinilla de afeitar. Yo me llevé un pintalabios que te dejaba los labios suaves.
Al llegar a mi isla de origen y verme todos con mis labios rojos pasión tan suaves… se empezó a comercializar el primer “pintamorros”.
Un relato puede puede hacernos ver las cosas de distintos ángulos, sin embargo me resulta difícil entender tu mundo dividido, Enrique.
Suerte!
Me ha gustado mucho. Me resulta muy divertida esa visión por primera vez encontrada entre hombres y mujeres. Original e inédito enfoque para el mes que se termina. Mucha suerte. 🙂
Jaja qué graciosa la curiosidad de cómo tocan el pene… Y lo del pintamorros, grande. Ala, otro nominado por su humor en mi lista de papel mojado (entiéndase que mi opinión no cuenta en la selección claro esté). Un abrazo, Enrique.