83. Postales de París.
Los corchos saltaron, atronaron aplausos y matasuegras, las uvas desaparecieron tras las campanadas, cayeron confetis y serpentinas, chisporrotearon bengalas y las copas tintinearon celebrando el año nuevo. Él felicitó a los que estrechaban su mano, a las que besaban sus mejillas y a quien estampaba besos en la boca sin que, al parecer, le importara a nadie. La orquesta se impuso sobre el vocerío y le meció durante horas en aquel mar de burbujas, lentejuelas y alegrías sin fin. Cuando necesitó ir al servicio, se encontró ante el espejo con los ojos rojos, el estómago vacío y los pies hinchados de cansancio. Se sentó… Hizo piiiis… Buscó los 20 euros para el taxi y regresó al piso. Se calentó un caldo de gallina, le puso unas hojitas de hortelana y se lo tomó sorbo a sorbo. Cogió las postales que había retirado del salón cuando su mujer le dijo que iba a comenzar otra etapa en la que él no tenía cabida, y se metió en la vieja cama de matrimonio. Se fijó en los te quiero y en los te amaré siempre, y pensó que aquellos momentos, los de París, habían sido los más felices de su vida.
Muy triste, pero un buen relato.
Hola, Mari Carmen. ¿Qué tal? La verdad, no lo había visto así, pero quizá sí, un poco triste. Estaré un poco depre. Jaja. Lo pensaré para empezar el año con nuevos propósitos. Saludos y gracias por tus comentarios.
Pues nada que se levante y tire el solo, creo que no le queda otra. Nostálgico y melancólico el relato y con buen gusto.
Abrazos y suerte
Hola, Manuel. Si, creo que parte de la reflexión es esa. Gracias por pasarte y por tus comentarios. Un abrazo y felices fiestas.
Me has metido en la Historia. Buen final con ese Nostálgico ayer en París.
Suerte y felicidad
Gracias María Jesús por pasarte y dejar tus comentarios. Me alegra que te haya gustado. Un saludo y felices fiestas para ti también.
Ya con leer el título, el texto me enamoró (es que a París lo tengo en el corazoncito, lo conocí a los 18 en un viaje que hice con la Alianza Francesa, cuando estudiabe el idioma), pero llegué al final y no pude más que pensar ¡Pobre tipo! Sólo le quedó la cama matrimonial, las postales y los recuerdos. No me extrañaría que en un futuro no muy lejano reemplace el caldo por el cianuro.
Muy buen micro, te felicito, JOSÉ.
Cariños,
Mariángeles
JAJA, Mariangeles, el apunte del caldo por cianuro lo tendré en cuenta para la segunda parte. Jaja. La verdad, según van los comentarios, me han surgido dos reflexiones. Una, que son los lectores los que dan sentido a lo que escribimos (eso ya la sabíamos, ¿no?); y dos, que este tipo de relatos tristones y melancólicos los debo de bordar, jaja. Y no sé que pensar. Si pasar de esta línea o profundizarla más, jaja. Bueno, vamos a esperar que entre el año nuevo y ya decidiré. Realmente, solo quería reflejar que la vida sigue, que los momentos de afecto son los íntimamente vividos, y que estar en una fiesta inmerso en demostraciones de afecto por todos lados, puede ser una ficción que se desvanece por la mañana. Y eso, que la vida sigue. Pero parece que nuestro personaje ha salido bastante mal parado. Quizá las 200 palabras me salieron pocas. De todas maneras, me quedo contento, porque parece que el relato ha llegado, jaja. Gracias por tus comentarios y FELICES fiestas.
Hola José Ignacio: Yo me quedo con ese cansancio después de la fiesta. Ese caldo calentito al aroma de la hortelana es capaz de dar aliento. Y yo pongo en su boca la frase de Escarlata: «ya lo pensaré mañana».
Se lo ha pasado bien, atrás quedan los recuerdos.
Besos y Felices Fiestas José Ignacio.
Gracias, Isabel, por pasarte y comentar. Un saludo y felices fiestas.
Buen relato enmarcado en tristeza. Que solito está el pobre, pero por lo menos cobra vida con tu historia.
un abrazo
Bueno, está claro, jaja, tendré que escribir una segunda parte de esta triste, melancólica y solitaria historia. Jeje. Será el espíritu navideño. Gracias, María Belén, por pasarte y comentar ( y por el salvavidas ese que le echas al final). Felices fiestas y un buen y alegre inicio de año (¿ya han pasado 15 años del 2.000?). Abrazos.
Has puesto muchas cosas en el relato por las que no tengo más remedio que enamorarme de él. París es un lugar precioso (y no sé por qué superlativo cuando vas con alguien a quién quieres) y ese obligarse a seguir adelante con las fiestas para intentar encontrar de nuevo tus huellas me parece fantástico. Gran relato. Mucha suerte 🙂
Ohhh, Juan Antonio, graaaacias por tus comentarios, ¡siempre vienen tan bien! Un abraaaaazo extragrande. Que paséis una feliz noche vieja y que el año nuevo te traiga lo mejor para ti y tu familia. Más abrazos…