22. Primavera postergada
Sin tiempo de recoger las cosas abandonamos las terrazas antes de que las mesas volcaran y se derramara la sonrisa de las copas que acabaron estrellándose contra la noche. Las jóvenes parejas sedientas de besos habían huido de los portales que ahora cobijaban a transeúntes desamparados. En los patios de luces no se oía el llanto de los bebés y por los conductos del gas y por los respiraderos y por las cuerdas de los tendederos reptaban como lagartos tristes los últimos ecos del trajín diario. Una gran ola había anegado la ciudad en un silencio de piedra.
Cuando despertamos nuestro mundo todavía estaba allí. Nos afanamos en apartar los cascotes que cegaban puertas y ventanas e impedían ganar la calle. Salimos sin cerrar con llave. Aturdidos, no nos reconocimos en las miradas esquivas y tuvimos que volvernos a nombrar los objetos en voz alta para identificarlos. El aliento de la primavera nos susurraba una promesa de tregua indefinida y soñábamos con una colina inexpugnable desde cuya cima iniciaríamos el regreso victorioso a nuestro territorio ahora hollado. Hasta que un viento helado empezó a soplar con fuerza. Sin tiempo de recoger las cosas abandonamos las terrazas.
Los personajes de tu relato viven una existencia sin demasiadas dificultades, hasta que un viento helado trastoca su día a día. Los usos cotidianos comienzan a ser algo del pasado. La gente ha de encerrarse en sus casas. Ante la promesa de la primavera, o lo que es lo mismo, del restablecimiento de la vida, vuelven a salir para comprobar los estragos del encierro y de ese tiempo vivido a medias. El viento, implacable, regresa y convierte en circular esta historia, cuyo principio y final coinciden para no tener fin.
Un relato que recuerda el confinamiento, esa nueva normalidad tan limitada y, sobre todo, la amenaza que nos acecha (al menos, es lo que interpreto. Corrígeme si me equivoco)
Un abrazo y suerte, José Luis
Es una interpretación impecable, Ángel, a mi entender. Sin duda este relato no lo podría haber escrito sin la existencia de la maldita pandemia.
Gracias por tus palabras y un saludo, Ángel.
Cuando lo he leído, como Ángel, yo también he identificado ese viento con el virus que nos ha llevado a esta situación tan extraña. Y el final es el mismo, el postergamiento de la primavera, de la vida como la conocíamos, y de ahí a ese encierro eterno. Un abrazo. Gloria