79. Profesión: Descubridor
¡Soltad ancla de babor! Gritó el capitán tras el aviso de «tierra a la vista». Todas las miradas se dirigieron al frente y ahí estaba, una isla pequeña, la más pequeña del mundo conocido. Una vez más la pericia de nuestro caudillo había conseguido el milagro de acercarnos sanos y salvos a destino. Cada vez eran más costosas estas travesías, se nos hacían eternos los meses en alta mar, qué duros estos destierros que se repetirían de por vida.
La embarcación siempre quedaba alejada de la costa y los hombres desembarcaban en pequeños botes con la idea de preservarla de cualquier ataque, a bordo quedaba un destacamento de vigilantes. Mi labor no era necesaria en tierra, permanecía en mi cocina y se reducía el trabajo a los vigías, pero siempre miraba angustiado la playa, la tierra, la naturaleza que de mí se alejaba. En esos momentos dedicaba mis horas al rezo, rezaba sin cesar con la convicción de que sería la única manera de permanecer en mis cabales, me aterraba perder la cabeza. Imaginad cómo me quedé al conocer, por el único superviviente que consiguió llegar al barco, el nombre del lugar: La Isla de las Cabezas Cortadas.
Desde luego una profesión que a la sazón, debía ser verdaderamente vocacional, y que tal y como demuestra tu relato, encerraba más de un peligro. Mucha suerte con la propuesta 🙂
Gracias Juan Antonio. La suerte está echada, pero agradezco tu comentario.
Yashira, describes pormenizadamente una situacion muy angustiosa resuelta con grandes dosis de fe. Suerte y saludos
Calamanda que nunca nos falte la fe. Gracias.