66. Profundidades
Acaricio su cabecita con los filamentos de mis tentáculos, juego con su cabello rizado, que cuelga como una cascada de caballitos de mar. Le coloco una corona de perlas, el contraste perfecto para su piel, casi tan negra como la tinta del calamar. Le quito los harapos y le pongo un vestido de algas bordado con escamas de colores. Sustituyo sus ojos vacíos por dos estrellas de mar. Observo feliz a mi nueva muñeca, y, desde lo más profundo de mi corazón branquial, deseo que esta vez no se me estropee tan pronto como la anterior.
Las profundidades de los mares, a pesar de los documentales y de los batiscafos, son un misterio, no menos que lo que sucede con las almas que se traga el mar para siempre. Ante lo que no se conoce solo queda fantasear. En este caso, este ser marino de tu relato, más parecido a calamar que a sirena, por sus tentáculos, es de lo más inquietante, además de selectivo.
Un saludo y suerte, Elena
Gracias Ángel. Y mucha suerte a ti también. Un abrazo