33. Prohibido pasar en amarillo
Presagiaba un día muy especial. Iba a ejercer de padrino de mi mejor amigo en su boda, y a la noche estrenaba mi primer gran papel dramático. ¡Qué buena suerte la mía!
Me apresuré para recoger los anillos. Monté en mi coche y me lancé raudo a la joyería. Con las prisas, aceleré en un semáforo que estaba en ámbar. La policía estaba justo por allí y me paró. Bajé la ventanilla y lo primero que escuché fue: “¿Usted no sabe que está prohibido pasar en amarillo?” Sin rechistar recibí la multa y proseguí.
Me fui directo a la iglesia. Estaba radiante con mi diseño de Versace. Cuando iba a poner un pie en el templo, el capellán me para en seco y me suelta: “En la casa del Señor está prohibido pasar en amarillo”. Imposible convencerlo de que era dorado.
Por fin llegaba la hora del estreno. Me crucé con el director de la obra que al verme me espetó: “¿Aún no sabes que en el mundo teatral está prohibido pasar en amarillo el día del estreno?” Me había teñido el pelo para ir conjuntado con el traje.
¡Qué mala suerte la mía! ¿o no?