57. Promesas
En el cine parecen hermosas, pero son despiadadas. Por eso ya no hago promesas. Un verano, aquel chico y yo prometimos que, si tras un tiempo no nos había cristalizado ese amor de anillos y maternidad, cada treinta de agosto, volveríamos al embarcadero, cómplice inerte de nuestra despedida.
El tiempo y los desengaños arrastrarían revelaciones: que el amor fue aquel zarpazo inmaduro, aquella explosión cegadora, aquel ardor insoportable. De tan hermoso, lo creímos imposible. Y parecía obligado probar, conocer, vivir la vida de verdad.
Nada ha cristalizado. Regreso cada verano; nerviosa, dubitativa, ilusionada. Algunos, querría impresionarle; toda maquillaje y perfume. Otros, me descuido, fingiendo desinterés. Una medio jipi, puro caos vital.
Estos años he pensado en él, a menudo cuando enfermaba, imaginando si sería un marido de calditos y compresas frías o de los que toman cervezas de camino a la farmacia. Pero no, ya no hago promesas. Duelen demasiado. He pasado días enteros aquí sentada, reviviendo sus besos aprendices, aquel cosmos en sus pupilas, pujos y jadeos entre susurros. Y sigo viniendo, preguntándome si podría ser él aquella silueta escondida tras el eucalipto, aquel tipo con niños observando desde la barcaza o esas tímidas pisadas alejándose a mis espaldas.
Escleerlo y añorar los quince años. Tierno y evocador. Mándame para aquí un marido de esos de calditos y compresas jajajajajajaja. Mucha suerte Salva.
Jajaja… es tierno y evocador hasta que uno descubre que la promesa en la tiene puestas todas las esperanzas de su vida no tiene sentido y ha hipotecado su futuro por un fantasma del pasado… yo qué sé… pensa con barbas…???
Gracias por pasarte a comentar este micro tullido…
Brsitoooosss!!!????
Qué poso de tristeza deja tu historia, Salva. Nos dejas deseando que él también aparezca por allí para que puedan retomar ese amor de juventud que decidieron dejar atrás, aunque ella no lo olvida.
Bonito relato.
Un beso.
Carme.
Hola, M Carmen! Es verdad que deja un poso de tristeza… sobre todo porque acaba triste… Pero si al final aparece el chico… hubiera sido como todas esas historia felices en que el final es el más feliz y el que más fácilmente olvidamos.
Gracias, M Carmen!!!
Besos
Salvador, a veces, la vida se detiene en un tiempo pasado que jamás vuelve. Las promesas de este tipo son muy difíciles de cumplir…
Bonito relato. Mucha suerte.
Besos apretados.
Quizá el error está en hacerlas… y recordarlas, cuando todo el mundo las olvida… Gracias mil porpasarte a leerme y comentarme, Pilar! Besillos
Que relato tan tierno, al principio ehhh! Luego que desesperanza y que vida más mal vivida. Pobre mujer…
Bueno, la sorpresa del relato es que no acaba bien… Y me quedo con esa frase que lo resume tan bien… «¡Qué vida tan mal vivida!»
Gracias, Maribel!????
Una historia que contiene el germen de muchas otras posibles, eso sí que es maestría. Besos y mucha suerte, sevillano.
Tanta tristeza no tiene más remedio que incluir otras historias dentro… como cada una de las relaciones fracasadas de esa mujer a lo largo de su vida… como la de ese chico que quizá realmente es el que está con sus hijos en la barca…
Gracias, Belén, por sacarlas.
Besitos???
Ay esta imaginación nuestra que hace brillar lo que no tenemos y palidecer lo que sí es nuestro… ¡Enhorabuena!
No ver la realidad e imaginar lo que no existe… la especialidad del humano promedio… Gracias po comentar!!!
Besos
Salvador, tu Penelope emana dulzura y necesidad de cariño; lo cuentas muy bien. Suerte y saludos
Olé! No había pensado en el paralelismo de esta mujer que espera con la Penélope de Homero… En este caso, nada de tejer y destejer… solo esperar y desesperar… Y Ulises sin encontrar (quizá sin buscar) el camino hacia ese embarcadero. Gracias por pasarte!! Besos!
Los primeros amores de juventud, esa idealización de lo que pudo ser y no fue.
A mí me ha encantado, Salva.
Besos y suerte.
Esos amores de juventud nos marcan para toda ls vida, una marca amable y nostálgica, que nunca debe condicionarnos, como en este caso, de por vida…
Gracias, guapa! Besos
Las promesas son un terreno minado que el tiempo se encarga de hacer explotar. Un relato que te lleva a la adolescencia y a aquellos amores que llenaban el universo con una intensidad que casi dolía. Besos y suerte, Salvador.
Muy decacuerdo. Las promesas son una decesas cosas sin las que sería difícil vivir, pero con las que a veces puede ser fácil morir… incluso en vuda.
El amor… oh. Esa entelequia… jajaja
Gracias por pasarte, Ana!
Besos!