62. Prometo volver.
Puede que no llegues a saber de estas líneas que casi no recuerdo haber escrito, pero da igual, ya que lo importante es el propósito que encierran.
Cometí fallos, te descuidé, nos descuidamos, lo confieso; cada uno a su manera, cada uno en su mundo, y poco a poco, a años luz del otro.
Entiendo tu desconcierto, tu resignación, e incluso puedo entender tu enfado durante nuestro distanciamiento, pero no entiendo la forma tan macabra con la que decidiste un día que ya no me necesitabas, que sobraba en tu vida, y que por lo tanto sobraba la mía.
Apenas reparé en tus malas artes, y cuando al final lo supe, ya no tenía fuerzas para luchar contra tal castigo a tan poco pecado, y no pude más que dejarme ir, con la esperanza de poder volver, aun sin saber cómo.
Quizá me encuentres de vuelta en forma etérea, entre el frio que te abrasará la piel en tu peor noche de pesadillas. O quizá en un reflejo perdido en el espejo, o en esa voz lejana que no podrás sacar de tu conciencia.
Prometo volver, sea como sea, y ese día, si la muerte me lo permite, haré justicia.
ALFONSO, si coincido con Ana, parece hablar y sentenciar de verdad. Suerte y saludos
Realmente, Calamanda, en este caso el epitafio se convierte en una declaraciòn de intenciones.
Un saludo.
Hola Alfonso. Siempre que la visión periférica me lo permite intento leer el relato dejando para el final título y autor. Así que me he llevado doble sorpresa. El relato me ha gustado, y luego el verte por aquí de nuevo me ha hecho mucha ilusión. Espero que te quedes y poder seguir leyéndote también por aquí. Un abrazo amigo 🙂
Toda una declaración de intenciones, Alfonso. Muy buena apuesta. Mucha suerte y un fuerte abrazo.
Una amenaza póstuma. Se deja morir para poder vengarse desde el más allá. Una idea interesante y muy bien plasmada. Enhorabuena