134. Psicólogos
Acababa de sumarme al club de hombres con perro. Ahora tocaba darle cariño, criarlo, educarlo y darle las pautas necesarias para su integración en la sociedad. Resultó ser un perro inteligentísimo. Poco a poco dejó de ser mi mascota y mi compañero para pasar a gobernar mi vida. Sus pautas eran mis pautas. Decidía todos los momentos de mi vida, puso horario a cada una de las actividades diarias, colocó actividades en cada uno de los ratos que el trabajo me dejaba libre. Un amigo, del club, me sugirió llevarlo a un psicólogo canino. El diagnóstico fue claro: complejo de amo. NI aquel psicólogo ni los que le sucedieron encontró remedio a ese trastorno. Pero yo tenía que solucionar ese problema que se había incorporado a nuestra relación. Ahora formo parte de otro club, el de hombres apegados a un psicólogo. Diagnóstico: complejo de mascota. Sin tratamiento eficaz. Pero formamos una gran pareja.
Curiosa la anécdota que nos muestras en tu relato. Había escuchado eso de que los perros acaban pareciéndose a sus dueños, o al revés, pero lo de convertirse uno en otro, no, aunque lo suponía, al ver a demasiado perros tiranizando a sus ¿amos? Lo de los psicólogos, tanto caninos como humanos, se las trae, por verídico. Me ha gustado, Francisco Javier. Un saludo y suerte.
Gracias por el comentario, Jesús. La humanización a la que sometemos en muchas ocasiones a los animales domésticos provoca estas semejanzas. De ahí al intercambio de roles o funciones, solo un paso. Y, como bien dices, solo faltan los sicólogos para igualar hasta los traumas. Un saludo.
Divertido tu micro. Seguro que más de uno se ve reflejado en él. Es tal la simbiosis que se produce cuando tienes una mascota, que es posible que se haga realidad esta conversión. Pero ten cuidado, con los psicologos nunca se sabe cuando se debe terminar la relación.
Un fuerte abrazo y enhorabuena por la originalidad de tu micro.
Gracias por la intervención, Gloria. La simbiosis con las mascotas se da, y es normal y positivo que así ocurra, pero sin perder de vista el lugar que ocupa cada uno. En cuanto a la relación con los sicólogos, se ha de saber si es necesaria su intervención y tener claro qué es lo que se ha de solucionar; si no es así, la relación puede convertirse en una cadena de complejos.
Un saludo.
Hola. Francisco Javier.
Dos que viven juntos se trasladan sus psicologías, sus gestos a veces, y, como en tu texto, se convierten casi el uno en el otro. Y adquieren trastornos de personalidad. Me parece que los humanos somos mascotas todos o juguetes de ese tinglao que llaman Estado y, con sorna, del bienestar. Un profesor que tuve de Historia del Derecho, pero muy listo en todos los ámbitos de la vida, decía de los psicólogos y de los psiquiatras, que los locos son ellos. Me gusta tu propuesta. Por original y bien escrito. Un abrazote.
Hola, Martín.
Gracias por el comentario. Si somos mascotas del Estado, distamos mucho de parecernos a la mascota originaria de mi relato. Yo hablo siempre de títeres de un demiurgo loco, al que otorgamos todos los hilos que nos manejan. Con respecto a la locura, todos tenemos una pizca de ella, necesaria en muchos casos, pero quienes conviven con ella adquieren muchos de los trastornos que intentan combatir. Como tú bien dices, es lo de vivir juntos y compartir rasgos.
Un saludo afectuoso.
«Sus pautas eran mis pautas»… Me hace acordar a cierto perrito que hace trece años vive en casa de mi madre, jaja. (El «señorito Batu» puede tener su plato lleno de alimento balanceado pero no, se te sienta al lado y no deja de tocarte con la punta de la nariz hasta que no le convidás algo de lo que estás comiendo…).
Muy bueno esos psicólogos tuyos, FRANCISCO JAVIER. Un beso grande.
Hola, Mariángeles.
Dale recuerdos al señorito Balú, sigue acomodándolo, pero no consientas el intercambio de papeles. Porque los sicólogos entonces estarán muy cerca, jajaja. Es agradable que la distancia de un relato te acerque a la realidad, y sonrías o te quedes ensimismado con alguna frase.
Gracias por el comentario. Y un abrazo grande.
Jaja, muy bueno, me ha gustado mucho, felicidades!!!
Siempre es una alegría que el relato agrade a otras personas. Un saludo, J. Ignacio, y gracias.