(Q. U. 15) JUAN Y LOS PÁJAROS
Juan nació bajo la sombra del águila en un extremo duro del país, pero, siendo pequeño cual gorrión, emigró al centro de la meseta, donde creció en el asfalto asustando a las palomas con sus patadas al esférico desde la banda más libre. Maduró contemplando cómo volaban las golondrinas y planeaban las cigüeñas sobre llanuras doradas e infinitas que ensanchaban la mente y cielos despejados que engrandecían el corazón.
<<Ancha es Castilla>>, pensaba sintiéndose dueño de su vida y capaz de todo.
Pero, con los años, descubrió que las almenas alojaban cada vez más cuervos; pájaros negros de mal agüero que oscurecían el paisaje dispuestos a sacar los ojos a quienes, como él, soñaban sin cadenas entre los muros y calles de la ciudad.
Juan, que era inquieto como un jilguero y tenía un alma inmensa y curtida por el viento de la libertad, emprendió la búsqueda de horizontes más luminosos. Así llegó a las montañas y, siguiendo un sendero de agua, halló junto al mar una Castilla distinta, de perfiles verdes, lontananzas azules y nubes grises, que le invitó a quedarse en comunión con aquella naturaleza. Desde entonces, observa receloso a las gaviotas blancas que sobrevuelan su nuevo hogar.
Preciso homenaje, Eva, lleno lleno de plumas y aleteos.
Un beso.
Y de picos, Susana…
Un beso.
Siempre me gustan las historias con paralelismos y dobles sentidos. Muy bonito homenaje al pequeño-gran Jams.
Precioso relato. Hermoso. De las praderas a las montañas, en busca de luz. Me encantó. Muchas felicidades!
Vamos, que has llamado pájaro a Juan con total impunidad. Ya veo, ya.
Besísimos.
Por cierto, estuve a un tris de votarte, pero me extrañó demasiado lo de los cuervos en las almejas. Y solo podía votar a dos aparte del mío.
Bicos.