63. – ¡Qué vengan conmigo!
Todas las familias felices se parecen unas a otras, eso lo sé yo que apenas tengo diez años y lo saben el resto de niños que andan dando vueltas y que, también como yo, no encuentran a la suya. En el lugar donde nos encontramos las familias son menos felices de lo que debieran, bien porque sus días monótonos y sin noche que los interrumpa les hacen estar pálidos, ojerosos, cansados de estar cansados, bien porque la felicidad es un término que no se puede aplicar al estado natural que todos tenemos ahora.
Me dijeron que podía pedir un último deseo y yo, que apenas había tenido tiempo de disfrutar de los míos, que sentía cómo le palpitaba el corazón a mi madre en los dedos que me agarraban fuerte, que escuchaba un leve llanto coral parecido a nada, que adivinaba borrosas las caras del resto de mi familia, lo pedí, bien quedo, para mis adentros, egoísta.
Muy tierno, pero aterrador al mismo tiempo. Aunque yo creo que hubiese hecho lo mismo que el protagonista. Me gusta mucho cómo nos haces entrar en escena desde el principio. Y el título… Simplemente genial
Mil gracias Lidia. Me gusta la idea de no tener que esperar a la última frase para el «truco» final…Me parece un engaño que hace poco favor a las historias que en las que todos creemos y creamos. Prefiero basarme por ejemplo como bien dices en el título, la frase inicial » de un tal León Tolstói – Anna Karenina y que le venía como anillo al dedo creo…Gracias de nuevo Lidia