84. Quiebras y otras fisuras
El mendigo no sabía que debajo del charco había un socavón. Tras la caída se irguió y salió del charco; sacudió la americana raída empapada de lodo; se alisó el pantalón del traje que en otro momento fuera de diseño, ahora demasiado ancho para el cuerpo escuálido que gastaba; vació el agua del zapato anegado y siguió su camino desnortado, derecho como una vela, con porte distinguido y la elegancia sin fecha de caducidad que a pesar de las adversidades aún conservaba.
Cuando vemos un vagabundo y/o a personas que por pura necesidad hacen largas colas para que voluntarios y asociaciones caritativas les proporcionen algo de comida, quizá pensamos que eso nunca puede ocurrirnos a nosotros. Aunque no lo digamos, tal vez tenemos interiorizado que, de alguna manera, esas personas son al menos en parte responsables de su situación. Tu protagonista, un hombre de buena posición venido a menos por una adversidad que le ha acertado de lleno, de la que no es responsable, nos hace pensar lo contrario.
Una historia en pocas palabras que nos hace reflexionar sobre una realidad, por desgracia, bastante presente en estos días, acentuada por el dichoso virus.
Un abrazo y suerte, Mei.
Mei, buen relato donde describes muy bien cómo aún mendigo puedes tener dignidad y salir del charco lo mejor posible.
Como dice Ángel, normalmente no solemos vernos como posibles candidatos a ocupar las calles, pero viendo cómo está la vida, nunca sabes qué nos deparará el futuro.
Un abrazo
Una imagen, una escena que ocurre en apenas unos momentos, un corto del primer cine mudo, obreros que salen de la fábrica, el típico mendigo una vez dandy que cae al charco y continúa como si nada. Es tuya la habilidad de ponerlo ahí en pocas líneas y que nosotros veamos la imagen: lo que le faltaba era ese título juguetón con sus quiebras dobles y encima con fisuras. Mucho con poco, y de eso es de lo que se trata.