57. RAÍCES Y ALAS (JM Sánchez)
Desde la orilla del mar, donde reposaba mi barca bien anclada y segura, se veían las montañas con nieve en la cima, pero nunca les presté mucho interés hasta que de ellas bajó un día un extraño personaje, barbudo pero amable, de voz tonante y sin embargo cálida. Aquel tipo decía que tampoco él había sentido nunca demasiada curiosidad por las tierras bajas del valle, por sus puertos y por sus gentes. Le habían contado que las cascadas de las cumbres eran las lágrimas que las montañas vertían por los viajeros que se marchaban de allí. De modo que un día, para saber adónde iban esas lágrimas, decidió seguir el curso de los regatos, que pronto se convertían en grandes torrentes y que saltaban desde lo alto de las rocas hacia el vacío y luego se amansaban al llegar abajo. Y así, empapado pero satisfecho, llegó hasta el puerto, subió a mi barca y me enseñó que el ancla había que echarla allá donde no se enganchara mucho.
Una mañana, un viento montañoso preñó las velas para llevarnos lejos, y al alejarnos, la montaña lloró como nunca y a nosotros la cascada nos salpicó en la cara.
Qué bonito cuento. Se nota la huella del reciente viaje a tierras del norte.
Un abrazo
Sí, a medida que iba visitando esas tierras, me salían pasajes para esta historia. Un abrazo
JM
Que bonita historia la de esas montañas que lloran a los que pierden.
Es una imagen poética y muy original.
Me ha gustado mucho.
Encantado, Paloma, de que te haya gustado.
Un abrazo
JM
El ancla hay que echarla allí donde no se enganche mucho, toda una filosofía de la vida, que no es otra cosa que un viaje y un cambio permanentes, por mucho que nos empeñemos en echar raíces en los lugares y hasta en las personas. Incluso las montañas, que tan fuertes y perennes parecen, necesitan tener gente que viva y pulule en su entorno, para que haya movimiento, el que ellas no pueden tener.
Las buenas letras dan alas a quien las lee, algo así ocurre con este relato, como con todos tus textos.
Un abrazo y suerte, JM
La gente con alas no debería tener raíces, o al menos no muy hondas.
Gracias por tus palabras, maestro.
Un abrazo
JM
Precioso. Poético, salpicado de leyenda.
Y pensar que nunca me atrajo la naturaleza… Hasta que visité los fiordos.
Gracias por pasarte a leer.
Un abrazo
JM
Juan Manuel, muy sentido ese entorno, envuelto de leyenda, y bien contado. Suerte y saludos
Precioso relato, JM, con un aire de leyenda antigua. Se nota que ese viaje al norte te ha dejado huella.
Suerte y abrazos