86. REDENCIÓN (Yolanda Nava)
El Fabián libera un suspiro lleno de pesadumbre: ¡ay, qué larga es esta vida! -se lamenta- entre temblores. Mariana, sin mirarlo siquiera, toma el serón y sale en busca de fruta. Mientras cierra con llave siente los ojos de la Nati traspasar la mirilla, a su regreso le habrá echado las barreduras debajo del felpudo y malos presagios por debajo de la puerta como viene haciendo desde que sabe que ahora ella ocupa su lugar. De corazón le desea una maldad muy grande.
Regresa a más de las doce con el serón vacío. Encuentra al Fabián sentado frente a la tele con la mirada náufraga en la botella, viéndolo así, tan desvalido, se arrepiente de los mamporros que le propinó anoche, no es malo, pero ese vicio suyo está acabando con los dos.
Siente el impulso de ir a la iglesia; confiesa con don Nicanor pecados de pensamiento -por lo de la Nati-, se calla lo que le hace a su marido y lo del frutero. Los tres padrenuestros de la penitencia no alivian su conciencia; no se siente redimida hasta confesarse del todo en una parroquia nueva, al otro extremo de la ciudad.
Al final se menciona que la historia transcurre en una ciudad, sin embargo, tiene evidentes tintes rurales, más que por el lenguaje, por el hecho de que para hallar la «redención» la protagonista cree necesario confesarse en una parroquia distinta, donde no la conocen y no puede avergonzarse (algo más propio de una pequeña comunidad), sólo así podrá de verdad desprenderse de una culpa que le atenaza, pues ha actuado con violencia a causa de algo que podría no haber sucedido; de hecho, ella misma reconoce haber pecado «de pensamiento».
No sé si habré acertado. Ya me contarás. Hasta entonces, te deseo suerte y te mando un saludo
Gracias por tomarte tantas molestias en la lectura Ángel, las tribulaciones de esta mujer que impotente ante la adicción a su marido a veces lo maltrata a su marido y que encuentra algo de alivio en una relación pasajera, que despierta las iras de una vecina que ocupó ya ese lugar, era lo que intentaba contar; y aciertas en que, no encuentra redención sino es un lugar donde nadie la conoce, sí, quizá la escena lleva a un ambiente rural, pensaba en un barrio al escribirlo.
Yolanda, con tu maestría habitual ambientas a la perfección un escenario de relaciones y sentimientos en carne viva. Con la sutil mención al frutero abres a la imaginación del lector otra historia entrelazada. Me gustó mucho.
Suerte y besos.
Es genial cómo has reflejado todas las pasiones bajas del personaje y lo has mostrado con sus acciones, una gozada, Yolanda.
Gracias también a Ana, Rafael y Belén por comentar.
Un abrazo.
Gran relato en el que vas tejiendo gracias a todo ese elenco de tribulaciones tan humanas (movidas por pasiones: altas y bajas) y que haces que desde dentro mire para afuera para que sus personajes encuentren allí las justificaciones a sus actos. Me parece un texto que lleva tu sello de calidad, Yolanda. Me ha gustado mucho. Mucha suerte 🙂
La Colmena en microrrelato, Yolanda. Muy bien tejido. Un abrazo.
Yolanda, una historia bien contada que deja entrever las diversas actuaciones humanas convertidas casi en rutina. Suerte y saludos