62. Reina
Reina
Celia baja a la cafetería, vestida de volantes, vaporosa, armada de bastón con empuñadura plateada. Pegada al gran ventanal espera Claudia. El tablero blanco y negro soporta estoico las treinta y dos piezas de cristal Swarovski. Hablan chismes, se quejan de la enfermera y se sortean al celador. Acaba de llegar de alguna tierra lejana que no saben situar en el mapa. Empiezan una partida sin apertura conocida y siguen con una sangría injustificada de peones. Claudia, en medio de la escabechina, ufana, proclama jaque mate. Celia se enfada, la reprende y le dice que ha hecho trampa; Celia grita y llama al personal. Claudia escupe en el suelo y le dice que no jugará nunca más con ella, que puede estar segura. Celia se calienta, las mejillas carmesís a punto de estallar, el corazón se le acelera, cae redonda, llegan los sanitarios. El médico certifica muerte por infarto. Claudia vuelve a su habitación satisfecha. En la hoja que cuelga del cabecero de la cama hace una nueva raya en su tabla de conteo. Una diagonal encima de los cuatro palotes verticales.


En las residencias y en los hospitales las horas pasan despacio, por eso es lícito y hasta sano buscarse entretenimientos. Los de Claudia pudieran parecer de lo más inocente, el ajedrez es un juego milenario, pero tienen la más negra intención.
Un abrazo y suerte, Mei