48. Relatividad espacio-temporal (José A. Barrionuevo)
Tengo que confesaros que no soy consciente de cuánto llevo aquí, sentado en este taburete desvencijado, en una barra desangelada a pesar de que hoy, nadie sabe por qué, hay clientela. Hace ya días, meses tal vez, que no tengo claro absolutamente nada. No sé cuánto hace que acabé con mi cuerpo liviano en este bar de carretera ni tampoco si este es mi lugar. Los recuerdos son confusos, agolpados en una amalgama extraña y nebulosa, donde no distingo lo real de lo ficticio. Solo tengo nítido, y no del todo, lo de aquella noche, de no sé qué día, cuando la vi, tan hermosa como la luna llena. No estaba sola. Desnudos ambos, Jimmy, el hábil lanzador de cuchillos, la amaba en mi lugar. Irrumpí violento en la caravana. Sorpresa. Insultos. Amenazas. Un puñetazo. No supe ni pude hacer nada más. Media vuelta y sentir entonces un agudo penetrar en mi espalda, certero como una pedrada. Y caer al suelo. Luego, una luz poderosa que me indicaba un camino que no seguí para acabar, tras desorientada peregrinación, dando conmigo mismo en esta perdida cafetería, sentado en esta banqueta ajada por el tiempo. Aquí estoy. O quizás no.
Hola, José Antonio. Pensaba que tenía que darte la bienvenida a ENTC, pero ya veo que has participado otras veces; quizás sea mejor decirte, entonces: ¡bienhallado! Ya sin bromas, me resulta atrayente la historia de ese personaje errante, aunque sea sentado, y en un limbo que no se lo deseo a nadie; casi mejor palmarla definitivamente antes de tener que estar ahí, todo el día pensando y saber a que atenerse con respecto a su «vida». Últimamente, arriesgándome a meter la pata (soy un especialista en eso), en mis comentarios que dejo en algún que otro relato, indico los «errores» que creo ver. El tuyo me parece un texto bien estructurado y escrito, pero tengo algunas dudas con respecto al uso de la coma en varios momentos, ya sea por «entrecortar demasiado» la frase o por que con ella creo que puede cambiar el sentido de la oración. No se que opinarás sobre esto. Te cito, por ejemplo, el «perdida»; si se quiere indicar que la cafetería lo está, yo no pondría coma; con ella da la impresión (a mí, al menos) de la que «habla» es una mujer que se encuentra perdida, aunque está claro que es un hombre. Espero que no te parezcan mal mis palabras. Me ha gustado, Juan Antonio. Abrazos y suerte. Nos vemos.
Pues no te falta razón, Jesús, tanto en lo de que no me prodigo mucho por aquí como en lo de que sobra esa coma a la que te refieres. No comparto en que pudiera llevar a confusión con el sexo de quien habla, porque creo que queda claro en el relato que es un payasO. Es más, digo que está «sentado en esta banqueta».
Por lo demás, agradezco tu sugerencia y tu comentario, que para nada me molesta ni me parece mal.
Un fuerte abrazo y nos vemos muy pronto.
José Antonio, tu personaje partece condenado a no descansar; pobre. Original planteamiento del tema. Suerte y saludos
Pobre, hasta para morirse hay que tener suerte…
Ya sabemos que todo es relativo, pero no conocer a ciencia cierta si se está vivo o muerto, aunque se intuya esa puñalada letal, debe ser bien duro. Quizá eso es pasar al más allá, tal vez cada uno tenemos el nuestro. Tu protagonista permanece en esa cafetería en la que está atrapado, mientras comprueba que otras personas van y vienen. Ese final «aquí estoy, o quizás no», es demoledor, tanto que podría ser una definición mismo infierno, sin necesidad de llamas ni diablillos rojos con tridente.
Por fin he podido comentarte, José Antonio.
Un placer leerte en cualquier lugar, tanto o más que tener la suerte de conversar contigo.
Un abrazo grande y suerte