15. Reminiscencias (Javier Igarreta)
Con el barullo de la sobremesa, nadie se dio cuenta cuando Roberto salió del comedor. Acuciado por una repentina necesidad de sosiego, subió al desván. Explorando los ángulos muertos del olvido, encontró un viejo álbum. Unas pocas fotografías amarillentas habían sobrevivido al paso del tiempo. Pese al deterioro, aún pudo reconocerse en aquel niño con trajecito gris. Quizás se parecía al hijo que nunca tuvo. Por cierto, llevaba la misma ropa que le puso su madre el día en que, después de bañarlo en el barreño de zinc, le dijo con voz entrecortada: “Vas a ir a un lugar donde hay muchos niños como tú, allá te harás un hombre de provecho”. Su padre, que aguardaba afuera, pensativo y con los ojos clavados en el horizonte gris, le tomó de la mano y se dirigieron calle abajo a coger el autobús. Cuando la sobremesa tocaba a su fin, alguien se percató de la ausencia de Roberto y llegaron hasta el desván en su búsqueda. Desde allí se podía contemplar la copiosa nevada. Las huellas de un hombre y un niño, que salían de la casa, dibujaban un misterio que se perdía en el horizonte
Entre ese niño que quedó tan solo, abandonado por sus padres, y el adulto en que se convirtió, hay toda una existencia con preguntas sin respuesta, con falta del cariño debido que quedó enquistado como una frustración inevitable y presente. El sosiego y la imagen antigua hacen que, de forma mágica, ambos seres que son el mismo y son distintos vuelvan a unirse, tal vez para no separarse jamás. Igual que su padre le tomó de la mano y nunca volvieron a saber del pequeño, él hace lo propio con ese niño o el niño es el que lo guía hacia su morada final, cerrándose un círculo que había quedado incompleto.
Un relato en el que la tristeza y la magia se aúnan para un desenlace que no surge sin motivo, sino tras una historia detrás.
Un abrazo y suerte, Javier. Y que este año nos dé el sosiego que necesitamos, aunque esperemos que no el definitivo.
Pues sí, a veces hace falta un poco de magia para que el pasado y el presente se miren a la cara.
Muchas gracias por tu comentario y te deseo salud y paz. Un abrazo.
¡Qué tristeza tan bien contada! Y qué bien envuelta de realismo mágico.
Muchas gracias por pararte a comentar. Encantado de que te guste. Un abrazo.
Como he comentado en vuestro blog, me parece un relato precioso en la tristeza que describe.
Desde el momento presente, volver al pasado a veces duele, y en el relato ese dolor se muestra claramente.
Me quedo con la frase «explorando los ángulos muertos del olvido»…me parece muy buena.
Suerte y un saludo.
Pues sí, volver al pasado puede resultar doloroso, pero a veces te sorprenden recuerdos dormidos, que te despiertan sensaciones olvidadas. Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo.