85. Renacer
Temblaba de miedo pero conseguí firmar la denuncia.
Trastabillé con las muletas hasta llegar al centro de acogida. Me recibió un rostro afable, de ojos claros y serenos. Me invitó a contarle pero las palabras, aturulladas, no se decidían a salir. Por las noches chillaba y durante el día enmudecía. Me aseaba, comía e intentaba dormir. Nada más. Y así pasaron días, creo que semanas.
Una mañana fui a una sala más grande. Había varias mujeres sentadas en círculo. Escuché. Las oía y me estremecía. Conocía sus historias. Un día oí mi voz en la sala. Las palabras fluyeron pausadamente. Mis lágrimas también.
Ellas y yo buscamos las piezas desperdigadas de nuestras historias, tan parecidas y tan distintas. Y nos las contamos. Juntas conseguimos librarnos de la pesada carga de la culpabilidad y nuestras heridas comenzaron a curar.
Mi voz se oía cada vez más y mi risa muy de vez en cuando.
Asistí a clases y aprendí. Comprobé que no era inútil, ni tonta.
Fui a varias entrevistas de trabajo y un día firmé un contrato en prácticas.
Hoy he comprado unas macetas para el alfeizar de la ventana.Tímidamente vuelvo a pensar en azul.