109. Renovarse o morir
Raimundo maldijo su estampa, tras haber revisado por enésima vez la contabilidad del mes. Las cuentas no cuadraban, ni cuadrarían, por mucho que intentara aguantar el tirón. Desde que abrieron la autovía, los negocios de la carretera general que pasaba por mitad de la sierra iban cuesta abajo y sin frenos. Aquella zona se había quedado completamente muerta. Ni los camioneros paraban ya a pernoctar en su pequeño hotel.
Había llegado el momento de coger el toro por los cuernos. Avisó a un electricista para que le instalara un llamativo alumbrado de bombillas de colores alrededor de la fachada, y se fue a buscar a las guarrillas de los pueblos colindantes, seguro de que aceptarían gustosas una buena oferta de empleo. Era un hombre emprendedor, y sabía que debía reinventarse. Cuando la noche del estreno escuchó el ruido del tractor del viejo Antonio aparcando en la puerta, pensó que aún existía la posibilidad de reflotar el negocio.
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Renovarse o morir. Estupendo ejemplo de pragmatismo y de olfato empresarial XD. Buen relato con un buen mensaje al que le deseo mucha suerte 🙂
María, renovarse, renovarse, siempre renovarse. Un microrrelato que presenta un viaje a la España más rural, a la más oculta en los mapas, y que por tanto está expuesta a historias de este calibre. Un cartel de lucecitas siempre es más llamativo, aunque depende donde se coloque.
Se agradece el sentido del humor que has utilizado, que te extrae una sonrisa y donde, incluso, cabe la esperanza con ese final que planteas.
¡Buen trabajo!
¡Mucha suerte con el concurso!
Abrazos.
Me gusta el relato, me gusta lo que cuenta y me gusta en general, pero la expresión «guarrillas» no me gusta nada.
Abrazo.