71. Réquiem por Anna Ajmatova
En la foto, que manoseas con la mirada y con los dedos, apareces tú, Nikolái y vuestro hijo Lev. Es en blanco y negro. No se distingue el color de tus ojos. Un poeta dijo que eran los ojos verdosos de un tigre polar. Un tigre abatido por los suspiros y los miedos. Nikolái, fusilado. Lev pudriéndose en una cárcel tras otra.
La desdicha te hizo prisionera en sus redes, pero tú te ovillas a su lado y dices: “Voy a dormir dulcemente, buenas noches, noche” Cuál es tu soñar, princesa errante, enamorada del amor. Dicen que coser un calcetín es para ti un problema irresoluble. Cocer patatas toda una hazaña. Pero todos los días, bajo la luz indiferente y mustia de una luna, que parece de melón, remiendas tu ropa andrajosa y tu corazón enamoradizo. Quizá sea cierto que no se te da bien lo primero, pero ¿qué saben los demás de la maestría que has alcanzado en lo segundo?
Por las orillas del Neva cruza sobre el hielo tu triste canción. Sopla la brisa ligera del ocaso, y se oye el chirriar de las llaves carceleras. Duerme tranquila, Anna, ya no perturbarán más tu amargo sueño.


No conocía a esta poeta, cuya vida y final ha quedado resumida en una fotografía y en este relato lleno de prosa sensible poética, en la que se palpa la admiración y el homenaje.
Un saludo y suerte, Ana