95. RESACA
Era un lugar donde la guerra estaba a la orden del día. El sonido atronador salpicando la metralla junto con la sangre era el cóctel favorito de ambos bandos.
Por un lado, los Repúblicas, devotos iconoclastas de líderes carismáticos, caudillos de antaño que por generación bautizan las masas.
Por otro lado, los Monarcas, venerando la estirpe de la sangre azul ajena, bendecidos por el dogma del servilismo.
Las fuerzas estaban igualadas, se avanzaba y se retrocedía, dejando cada vez la muerte adornada de victoria, o de fracaso, según el caso.
La cruz, la corona, el dinero o los galones post-mortem se encargaban de acabar cada episodio. No tardaba en llegar otro, mientras esos símbolos que no desaparecen, que siempre se nutren más del sacrificio y temor de los que los defienden, no caían nunca en los campos de batalla. Ahí caían ellos, en cada una, borrachos de tanto cóctel.
En ese lugar sólo una cosa compartían los enemigos, por lo que luchaban y defendían esos símbolos, su propia destrucción.
El último episodio no está escrito, nadie puede escribirlo. Yo lo cuento a otros fantasmas del lugar, ahora en silencio, sólo salpicado por el recuerdo.
Magnífica reflexión: en las guerras nadie gana. Todos pierden algo.
Antonio, has descrito muy bien ese lugar horrible. Suerte y saludos
Los de siempre siguen haciendo lo de siempre, sin sosiego.
Un saludo
JM
Antonio, la incoherencia brutal de la guerra, la masa lucha por los delirios de grandeza de unos pocos. Me ha gustado mucho la reflexión que nos ofrece tu relato. Abrazos.
Y así es, y leyendo tu relato y todos los que vamos escribiendo en este espacio, cada vez queda más claro la estupidez de la que no somos capaces de liberarnos.
Gracias gente, por vuestros comentarios. Todos vuestros micros son una maravilla, que envidia me dais. Siento no poder tener tiempo para interactuar con vosotros/as. Saludos desde África. Antonio