43. RESPIRA (Rosalía Guerrero Jordán)
El agua está fría pero mis piernas no lo saben. Solo cuanto me sumerjo en la piscina y ella me abraza siento las pequeñas agujas de hielo clavándose con furia.
Comienzo a bracear con desesperación, como si temiera ahogarme. Esos metros que tantas veces recorrí ahora se antojan infinitos. Alguien coloca mis piernas en horizontal, y el ritmo de mis brazos se vuelve constante. Un, dos, tres, respira; un, dos, tres, respira.
Con cada brazada la sal de mis lágrimas se diluye en el rectángulo azulado.
Recuerdo el estruendo de vidrio y metal; después, el silencio, tan parecido a la muerte; el llanto quedo silenciado por las sirenas; el despertar en el hospital y el dolor lacerante de saber que solo yo había sobrevivido.
Siento la torpeza de mis piernas, ahora convertidas en ruedas. Y el abrazo de la silla que nunca creí que pudiera necesitar.
Al salir a la calle noto el frío en mi cabello, todavía húmedo. También el sol que acaricia mi rostro.
Mientras pienso en todo lo que dejo atrás mis manos hacen girar las ruedas. Y entiendo que este es el principio de mi nueva vida.
Sobrevivir a un accidente se puede considerar, dentro del infortunio, un nuevo renacer; el problema es cuando quedan graves secuelas, en el caso de tu protagonista, una minusvalía que le condicionará de por vida, como también las de quienes le rodean.
Un relato sobre un renacer, sobre la vida que se aferra, la voluntad de seguir en un nuevo comienzo, más complejo, pero vida al fin y al cabo.
Un abrazo y suerte, Rosalía
Pues sí, Ángel, a veces la vida es dura per hay que seguir adelante.
Un abrazo y gracias por tus palabras.