O8. RICARDO
Hace tiempo vi en las noticias que los androides cada vez estaban más cerca de ser una realidad, a mí me pareció una idea estupenda para el futuro y me pedí uno para los Reyes Magos.
Solo han pasado seis meses desde que desenvolvía, sola, el regalo que había llegado el día antes por mensajería.
Yo no entendía nada las complejas instrucciones de mi nuevo compañero de vida , así que tuve que llamar a un informático para que lo pusiera en marcha. La verdad es que he aprendido hasta a jugar al ajedrez , he estado muy entretenida conversando con T-4.
Esta mañana he tomado una decisión, desde ahora mi T-4 se va a llamar Ricardo, siempre me ha gustado ese nombre. Tendré que llamar de nuevo al informático para que lo ajuste.
Salgo de la ducha y enfrente los ojos de Ricardo, necesito un abrazo. ¡Dios! Se me olvidó que estaba cargando la batería .¿Chispas o fuegos artificiales? Ya me lo dirá San Pedro supongo.
Las máquinas, por sofisticadas que sean, no dejan de ser un instrumento mecánico al servicio de la especie humana. Nada humano es perfecto, tampoco lo son sus utensilios, herramientas, accesorios y creaciones. El androide de tu protagonista tenía un defecto de fabricación, o una precaución que ella (entiendo que es mujer), seguramente advertida de antes, debería haber tenido. Ese abrazo que le va a transportar al otro barrio puede tener también la lectura de que existen unos límites, y que como las relaciones entre seres vivos y semejantes no hay nada.
Un abrazo y suerte, Ana
Gracias como siempre por tu comentario, efectivamente las máquinas no pueden sustituir el calor humano aunque la soledad no buscada muchas veces intenta refugiarse en ellas.
Un abrazo