122. Rojo sobre blanco
El espectáculo era espantoso. Pequeños bultos redondos de piel blanca golpeados hasta su muerte o la extenuación de sus agresores. Regueros rojos desde la orilla hasta una máquina infernal donde los amontonaban. Palos y manos teñidos de rojo inocente, que gritaban y reían, que reían y juraban. De pronto alguien gritó, “me ha mordido” y soltó momentáneamente a su presa, para que otros la remataran. Me fijé que la sangre fluía de sus dedos y dejaba pequeños rastros de gotas, muy diferentes de los del resto.
Cuando todos desaparecieron, yo, La Gran Foca Madre hice un juramento, “seguiría esas huellas en la nieve, encontraría a su dueño, y me lo comería a mordiscos, y no pararía hasta su muerte o mi agotamiento”.
Cruda historia, que además bastante real en algunas latitudes. Buen final colocando a la Foca madre de protagonista en primera persona.
Un saludo
Esther, todos tenemos presentes esas durísimas imágenes de las matanzas de focas que a algunos nos parecen tan irracionales. Me gusta cómo lo narras, desde el título y la primera frase que ya nos anticipa lo que nos vas a contar.
Suerte y saludos.
Esther, muy injustas esas ejecuciones de animales, en demasiados casos especulativas. Fuertes y visuales las imagenes que nos muestras. Suerte y saludos
Muchas gracias. Llevo mal este tema y algún otro, que acaban saliendo cuando escribo.
Un abrazo a todos.
Hola Esther, original puesta en escena, convirtiendo a la víctima en futuro verdugo. El título y primera frase ya nos ponen en situación de masacre, y el uso del «yo» le da fuerza. Me gusta el tono final de venganza.