Ronda 2 – Poltrona1
Los participantes con el alias : PÉSAME– CATACUMBA– FANTASMA
deberán escribir un relato :
- El pecado de la pereza NO debe aparecer. Tema libre.
- Plazo : hasta el domingo 24 a las 23:59 hora peninsular de España
- Extensión: 123 palabras EXACTAS (título NO incluido)
- Con las palabras : Escoba voladora y Pingüino
Dejad vuestro relato en este enlace
Podéis votar en este otro
PÉSAME – Sofocos
Cuando empecé a trabajar en aquella oficina la jefa ya tenía apodo. No sé si fue por su extrema delgadez, su nariz ganchuda o por aquel paraguas en plan escoba voladora —del que nunca se separaba para disimular una cojera—, pero el apodo no habría podido ser otro: la bruja. Cuando llegaban las becarias con sus tacones de agujas y atrevidos escotes, la bruja ya no quería saber nada de nosotras, las antiguas. A todas horas, y por sandeces, requería la presencia de las jóvenes diligentes, que hacían auténticas virguerías de baile en barra para abrir puertas, cargadas, como estaban, de pilas de documentos. El pingüino del despacho de la bruja era el primero de la ciudad en funcionar. A toda máquina.
CATACUMBA – Aquelarre en la oficina
Besaba el culo como nadie, pero aquel pingüino paticorto era una nota discordante en nuestra empresa. En vano le advertimos de que el jefe era un cabrón sin escrúpulos y que, por más guarrerías que le hiciera, no cumpliría su promesa de hacerlo emperador del Polo Norte. Él se contoneaba con su plumaje mínimo y se aplicaba con tal entusiasmo en la ceremonia diaria y obligada del ósculo anal, que nos provocaba cansancio con solo contemplarlos. El jefe, cabrón y perezoso por derecho propio, simplemente sonreía.
Acabado el trabajo, cuando el pingüino agitaba sus alas atrofiadas reclamando la escoba voladora que le pudiera llevar hasta su tierra prometida, el cabrón de los cuernos le contestaba siempre con ese adverbio perezoso y desesperante: “mañana”.
FANTASMA – Pensamientos prohibidos
Cuando mi abuela venía a visitarnos, mi madre pensaba: “¿dónde ha dejado aparcada su escoba voladora, querida suegra?”. Pero nunca se lo decía. Yo, que desde pequeño escucho los pensamientos ajenos, me preguntaba cómo podía ignorar que venía en autobús, si siempre protestaba para intentar que papá fuera a buscarla con su coche.
De mayor, comprendí que a las mujeres les molesta que leas sus pensamientos, por eso disimulo. Cuando mi chica me pregunta “¿A qué no sabes en qué estoy pensando?”, siempre contesto “en un pingüino”, porque ella nunca piensa en pingüinos, y así evito que se enfade. Pero no funciona. Acaba de marcharse dando un portazo. Ojalá fuera capaz de no escuchar los pensamientos que ha dejado flotando en la sala.