Ronda 5 – Batalla 2
Los participantes con el alias : FUEGO FATUO – NOCTÁMBULA – PSICÓPATA
deberán escribir un relato :
- el tema central del micro será la IRA
- debe aparecer el sentido del OÍDO
- relato de 123 palabras MÁXIMO (título no incluido)
- Plazo : hasta el domingo 15 de octubre a las 23:59 hora peninsular española.
- Además debéis elegir UNA (si queréis más también se puede) de estas condiciones:
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- Escenario: Batalla de Trafalgar
- Protagonista: joven embarazada
- Título: debe contener la palabra pan
Podéis subir vuestro relato con este enlace
y votar en este otro
PSICÓPATA – Migas de pan
Un estruendo lejano fue la premonición de su dolor. Al cabo sintió un crujido en su pierna derecha; no tuvo ocasión de sostenerse y cayó desplomado sobre la cubierta mientras un cielo naranja seguía escupiendo balas de cañón. A su lado decenas de cuerpos se desmenuzaban como migas de pan; aún podía escuchar sus lamentos de muerte. Con una fuerza que ya no tenía, alzó su torso apoyando las manos en el suelo e hizo una seña a uno de sus hombres para que le acercara un barril de arena. Se arrastró hasta el mástil y se puso en pie reptando sobre éste, acomodó el barril bajo el muñón y siguió gritando con los ojos inyectados en sangre – “¡fuego!, ¡fuego!, ¡fuego!…”
FUEGO FATUO – FURIA CIEGA
El diablo guio mis pasos. Dos años necesité para volver al pueblo armándome de valor, tras perder en la degollina de Trafalgar la vista y la confianza en los hombres. Entré con mi bastón en la taberna repentinamente silenciosa y pregunté por Elena, mi prometida. Entre murmullos maliciosos, una voz que no reconocí me contó que, al poco de irme, había quedado preñada y, por lo que decían, el niño hablaría francés. Las risotadas nublaron el escaso raciocinio que conservaba. No sé como llegué a casa de la perjura ni como acribillé a puñaladas el cuerpo que oí respirar en su cama. Tan solo recuerdo el aullido desesperado de Elena gritándome que la sangre que empapaba mis manos era la de mi pequeño.
NOCTÁMBULA – Pan comido.
Entró en el dispensario y le miraste atónita. Él, en cambio, no te reconoció. Solo tenía ojos para sentir en sus glúteos, esa inyección pionera que iba a curarle de esa dolencia que estaba mermando de hombres a su familia.
De repente, una ráfaga de 25 años —los mismos que tiene tu hija— se desplomó en tus sienes. Y de nuevo… su hiriente risa horadando tus oídos, el encendido en tus mejillas, tus pueriles lágrimas y una poesía arrugada en el suelo. Nueve meses más tarde, incontables solos de nana.
¡Tanto tiempo para mitigar tu sed!, mas para despedazar sus ilusiones te han bastado dos meses y el desagüe de un lavabo donde tirar ese fluido milagroso.
Todos le lloran. Tú, ya no.