40. S.O.S.
Tras muchos años de armoniosa convivencia, nada debería perturbar el manso bienestar de mi relación sentimental. Pero la maliciosa e insistente aparición de misteriosos anónimos, no dejaba de abultar la culpa de este cauto silencio. El primero apareció a finales del pasado año. Justo durante la celebración de la boda de unos amigos. Lo hallé en el bolsillo de mi chaqueta. Estaba firmado por un tal Julio. Sorprende que, ni mi chica ni yo, tenemos amistades con ese nombre. Sin embargo, por la información que maneja, ha de ser alguien muy cercano a nuestras vidas. Su último anónimo fue el detonante de todos mis temores. Ya no le basta con citar lugares y recuerdos tan personales; ahora solicita respuestas que no tengo: «Tengo visto un sitio precioso. ¿Te decides? ¿Julio?»