33. Sacrilegio
El padre Nicanor dio una escueta absolución a un feligrés y continuó con su solitario. Siempre fue hombre de barajas. Cuando jugaba se le dilataban las pupilas y notaba en la entrepierna un sutil cosquilleo. Tenia deudas, había perdido el cepillo de la Iglesia y los donativos para reformar el altar. Una mala racha, cosas que pasan. El obispo amenazó con mandarle a una zona controlada por la guerrilla si volvía a jugar.
Cuando le invitaron a la partida del marqués, perdió el dominio de sí mismo. Esa noche soñó que descendía por una escalera de color. En las paredes había marcas hechas con picas y encontró un trébol de cuatro hojas que, al cogerlo, se deshacía como una flor seca en un libro. Por la mañana, estragado por la vigilia, robó las reliquias de la catedral. Andaba por la calle con la urna oculta bajo la sotana, suplicando un milagro que evitara aquella locura. Al final sus plegarias fueron escuchadas. Absorto en sus letanías no vio acercarse a una moto con dos sicarios. Teñidos de rojo, los cristales de la urna quedaron esparcidos por la acera, junto al prepucio incorrupto y al meñique de San Judas Tadeo.
Los juegos de azar como entretenimiento y socialización tienen valor e interés; sin embargo, al llegar a un extremo, perdidos los límites, una actividad positiva se convierte en camino de perdición. Este religioso parecía descarriado sin remedio, tanto, que cuando llevó a cabo un «sacrilegio» de consideración, sintió menos gravoso el hecho de que le llegase la muerte, que el de lucrarse con bienes de la institución a la que pertenecía y se comprometió a servir, de la que en realidad, se servía para alimentar su obsesión.
Un relato sobre los males derivados de la ludopatía, un juego en el que, antes o después, se pierde.
Un abrazo y suerte, Lucas
Mi enhorabuena Lucas. Un buen micro con una gran historia.
Ángel, qué gusto leerte. Cuando la adicción es más fuerte que él, el pater empeña lo más sagrado para volver a jugar. Como bien dices, supera los límites. Te envío un gran abrazo, feliz verano.
Un relato en el que no falta nada, con ese capellán poseído por la fiebre del juego. Imaginativa y condensada historia.
Un saludo.
Isabel, gracias por leerlo y por tu comentario. Abrazo desde Cantabria
Gracias Manuela. El clero, que también tiene sus flaquezas. Un saludo desde Cantabria
Muy bien contada la historia de este personaje de malos hábitos con ese final, aunque dramático, con el contrapunto hilarante de ese prepucio incorrupto. Excelente y de cabeza al libro. Digo.
Rafa, muchas gracias, qué ilusión me ha hecho leerte. Abrazaco
Con frecuencia, son los llamados a dar ejemplo los que más abajo caen y ésto, aunque no los salva, al menos los humaniza…
Un relato estupendo, Lucas. Desde el principio hasta ese final tan guasón.
Te deseo mucha suerte. Un abrazo 🤗
Otro para ti, María José. Ya sabes, la carne es débil y la que cubren hábitos o sotanas , más.