87. Santa Justa (Miguel A. Moreno)
“Ya ha sido suficiente”, fue mi reacción inesperada. ¿Podría así convencerme de que el destino había dicho basta para escribir esta historia? Una historia que arranca cuando obtuve plaza de profesora en un instituto de Sevilla y alquilé un piso con vistas al parque de María Luisa. Un piso pequeñito, con un solo dormitorio, pero luminoso. Acostumbrada al pueblo, me costaba adaptarme a tan reducido espacio, así que cada tarde, al salir del trabajo, adquirí la costumbre de acercarme a la estación de Santa Justa dando un paseo para hacer tiempo.
El trasiego de viajeros con sus equipajes de un lado a otro, la megafonía anunciando la salida y llegada de trenes y la presencia agobiante de carteles publicitarios debieron trastocar mi cerebro, pues me dio por sustraer maletines a ejecutivos despistados, proseguí con maletas de menor tamaño y continué con maletas para largos recorridos. ¡Cielos, cómo disfrutaba con el riesgo y la impunidad de vuelta a casa! Cuando se llenó el dormitorio pasé a ponerlas en la cocina, el baño y el salón.
Ahora apenas queda espacio para moverme y el confinamiento me mantiene encerrada entre estas cuatro paredes. Y he comenzado a creer que llevo el virus dentro.