10. Sauce (El Moli)
Era golpeador cuando la conocí; fue en aquella playa nudista. Recuerdo que me miró embelesada; yo me exhibía sin pudores, me agradaba ver la expresión de asombro en sus rostros.
Desde entonces siempre me repite que soy el hombre de su vida. Que a mi lado siempre se sintió bien amada. Aunque no se que fue lo que me vio.
Esa tarde nos escabullimos en el bosque circundante; cuando la penetré, la tierra estaba húmeda y resultó fácil, la arranqué de su lugar y la llevé a casa, allí quedó para siempre.
Nunca imaginé que hoy pasado tantos años, estaría al cobijo de su sombra recordando aquella juventud loca y desprejuiciada. Que vivimos a nuestra manera sin arrepentirnos.
Cuando conseguí un buen trabajo dejé de golpear puertas para vender baratijas. Juntos construimos un futuro donde viven nuestros hijos.
Jamás regresamos a la playa donde nos conocimos, solo queda nuestro sauce en el patio como fiel testimonio de aquel ayer…
Un árbol que por algún motivo no sólo sobrevive al paso del tiempo y a cientos de cambios de circunstancias, sino que no deja de acompañar a la pareja protagonista, que sirve para recordar que este momento presente es consecuencia de sus acciones pasadas. Un testigo vegetal de algo que no es tan habitual como pudiera pensarse: el amor verdadero, un milagro sin explicación lógica, como lo demuestra que él no se haya dejado de preguntar qué es lo que ella vio.
Sé que escribes por puro gusto, pese a ello, me tomo la licencia de desearte suerte al tiempo que te envío un abrazo
Gracias Ángel. Tremendo comentario.
Lo mío no es competir, prefiero hacerlo por placer sin presiones.
Un abrazo.
Gracias Juan, el sauce nos puede decir muchas cosas.
Un abrazo.
Un amor que perdurará al cobijo de ese sauce que cada día con su presencia es testigo mudo del paso del tiempo. Muy bueno, Luis. Abrazos.
Muchas gracias Salvador. Cuantas historias cobijará en su vida…
Un abrazo.
Por tu relato he conocido un oficio nuevo: “golpeador”. Buena historia, de nostalgia.
Saludos.
Golpeador de puertas, no suena tan mal.
Gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Luis, bella historia de amor contada con sencillez. Suerte y saludos
Gracias Calamanda.
Bello paralelismo entre dos naturalezas (vivas): la del sauce, y la del amor; y la savia fluyendo por ambas, alimentando, a ‘tu manera’ esta historia.
Un abrazo, Moli.
Muchas gracias Cristina por tu comentario impensado para mi.
Un abrazo.
Muchas gracias querida amiga, no publico para ganar. El solo hecho que alguien me lea ya es un premio para mi.
Un gran abrazo.
Hola Moli. Y a mi que me encantan los sauces llorones y que planto cosas en cada tumba de la que me tengo que despedir para que el dolor se transmute en vida, me ha encantado tu relato. Un beso.
Muchas gracias Eva, para mi el sauce es como una letanía al borde de un cauce que discurre cual un adiós…
Un abrazo.
El sauce llorón, me ha contagiado sus lágrimas evocadoras al leer tu relato.
Muchísima suerte, Moli
Un sauce que cambio sus lagrimas por recuerdos felices.
Gracias Maria Jesus por pasarte por mis letras.
Un abrazo,
Siempre me ha parecido un árbol bonito y particular. ¿Por qué llora el sauce? Pues cada cuál podría argumentar al respecto y posiblemente no le faltaría razón. Tú los has plantado en tu relato para dar cobijo a una historia bonita y amable, que describe una trayectoria vital dónde se apuntan a la sonrisa y a un pasar cuentas tranquilo y agradecido. Me ha gusto mucho Luis. Escribas por lo que escribas, sigue haciéndolo. Y al ser posible, en esta casa para seguirte de cerca. Mucha suerte 🙂
Muchas gracias Juan por tus siempre positivos comentarios.
De hecho siempre seguiré haciéndolo.
Un gran abrazo.
Me atrevería a decir que ella, más que ver, se sintió amada. y no hay nada mejor para echar raíces.
Bonita historia, Moli.
Un saludo
Gracias Margarita, tanto ella como el sauce son fruto del aquel momento que hoy perdura.
Un abrazo.
Me gusta lo de «estar al cobijo de su sombra» (de la mujer) y «construir un futuro donde viven nuestros hijos».
Toda una vida contada y vivida con suavidad.
Un saludo,
Carme.
La sombra la generan ambos, ella y la planta, fruto del mismo momento.
Un abrazo.
Golpeador de puertas para vender baratijas. Aquí lo llamaríamos vendedor ambulante.
Desde luego que ella se enamoró de él no de su dinero.
Y él plantó un árbol que en la cultura celta era considerado sagrado. Sin duda serán felices.
Saludos
Gracias Virtudes. Aquí también lo llamamos así, pero mi intención era llevar al lector por un camino equivocado para terminar con el sauce.
Un abrazo.
No hay que hacerse… Moli. Bien que sabe qué le vio, jajaja! Qué lindo relato. Dulce y algo más, jaja! Muchas Felicidades. Me encanta leerlo!
Gracias María, es un relato un poco loco, pero quise que así fuera.
Un abrazo.
Buen relato, donde dos vidas paralelas crecen siendo testigos mudos, el sauce y el amor de la pareja.
Un abrazo
Así es Blanca, cuantas veces vimos crecer a nuestro lado un retoño que comparte nuestros años…
Un abrazo y gracias por comentar.
Me ha gustado tu relato de sauces y recuerdos desgranados a ritmo de «My way». Deja un sabor muy grato en el paladar, Luis.
Un abrazo
Gracias Ricardo.
Un abrazo.
Preciosa historia donde un sauce llorón es testigo desde el primer encuentro. Un amor que va creciendo y acoge en sus ramas la vida que comparten.
Me encanta Moli. Un abrazo bien grande.
Gracias Mª Belén, un amor crea raíces, crece y los hijos como ramas son la nueva vida.
Un abrazo.
Bonita historia e amor vista ya con la perspectiva del tiempo y vinculada a un precioso árbol. Me encanta la dulzura que desprende la construcción de su futuro juntos.
Un abrazo
Gracias Asunción por tan poético comentario.
Un abrazo.
Sensualidad, amor y poesía al cobijo del cómplice sauce.
Gracias Edita, me encanta tu comentario.
Un abrazo.
Querida Ana, mi correo actual es moliluis48@gmail.com, no se donde lo enviaste ya que es está activo y no recibí ningún correo tuyo.
Quería comentarte que subí sin tu permiso por no poder comunicarme contigo el aporte que hiciste como comentario. Me pareció muy fuerte además de ser un grito desesperado de una mujer por justicia.
Espero no te moleste, de hecho que figura con tu firma.
Te dejo un gran abrazo dilecta amiga.
Luis A. Molina
Un sauce como testigo de una historia de amor a través del tiempo.
Un comienzo sensual que lleva paso a paso hasta un romántico final.
¡Mucha suerte!
Gracias Patricia, me gustan tus palabras.
Un abrazo.
El sauce de madera dura , pero flexible y suave, de raices resistentes y propiedades medicinales… No has podido elegir una metáfora mejor para describir el amor. Muy bonito. Te deseo mucha suerte.
María José, si el sauce fuera llorón, la metáfora sería de dolor…
Un abrazo.
Que hermosa manera de contar una hermosa historia (siento repetirme pero me dejas sin palabras)
…y boquiabierta: «Esa tarde nos escabullimos en el bosque circundante; cuando la penetré, la tierra estaba húmeda y resultó fácil, la arranqué de su lugar y la llevé a casa, allí quedó para siempre.»
Gracias por tu comentario Reve Llyn, soy un poco tramposo para escribir.
Te dejo un gran abrazo.
La frase que más me gusta es «Juntos construimos un futuro donde viven nuestros hijos», porque me deja claro que ellos viven en otro sitio, en esa playa, en el bosque, en la juventud vivida a su manera. Un abrazo.
Gracias Mar, una relación comienza en la playa y el árbol crece junto a ellos en el nuevo hogar.
Un abrazo.
Luis, no acabo de entender tu relato, mezclas una mujer y un sauce, no sé que es un «golpeador» (¿maltratador?). En fin, problema mío, sin duda.
Querido amigo; este relato nació como una travesura, el golpeaba puertas para vender, mezclé sexo con el encuentro del árbol y el comienzo de una nueva vida, que a la postre siguen paralelas sauce y familia.
Se que enredé un poco las cosas. Este micro no era para acá pero me pareció que encajaba y lo subí.
Un abrazo maestro.
Del relato, que tiene un inicio muy poético y que refleja paz y optimismo, me llama la atención que dejó de llamar a las puertas, pero que luego vendió baratijas. Quizás prefería la libertad que el mantener un negocio muy centrado y estable. También que nunca volvieron a aquella playa. Tal vez porque como dijo no sé quien : Nunca debieras volver a los lugares donde fuiste feliz.
O quizás fue todo lo contrario, pero da lo mismo.
Suerte y un abrazo.
Me encantan los sauces porque tiemblan y son delicados, como si fueran bailarinas de un ballet vegetal.
Hola Antonia, primero gracias por pasar por aquí, el relato como dije no era para aquí, pero por vagancia lo subí.
Él golpeaba puertas para vender, luego edificó una familia donde el sauce compartió la felicidad…
Un abrazo.
No debieras volver jamás a nada (por Félix Grande)
Lo acabo de leer, Excelso…
Gracias Antonia y feliz año.
Un gran abrazo.