03. Savia irlandesa
La abuela rogó al médico que mantuviera vivo al abuelo mientras excavaba un hueco en el patio. Su terquedad era incurable y había decidido morirse para huir al cementerio con su amante. Pero ella no iba a consentir que su espíritu infiel susurrara bobadas bajo la luna a la tumba de aquella pelandusca, así que, obstinada en su creencia de que volver a la tierra no implicaba ser devorados por los gusanos que tanto aborrecía, resolvió instalarle alimentando una higuera que nos ordenó no regar, incluso si languidecía, por respeto a la aversión de su marido a ingerir o usar el agua.
Después de San Patricio, las hojas se volvieron crujientes, cayeron y quedó un palitroque marchito. En otoño, nos sorprendió vistiéndose con brotes escarlata y dos inquietantes higos azul celeste que parecían vigilarnos. Descubrimos entonces que la abuela vertía cada noche una copita de whisky entre las raíces. Cuando ella murió, también la enterramos allí y añadimos al whisky un chupito de anís.
Las chispas descontroladas empezaron en Samhain, al surgir dos furibundos higos amarillos junto a los azules. Tuvimos que suspender el riego alcohólico, remojar las ramas con limonada y atarlas para que no se estrangularan entre sí.
La fobia al agua puede ir asociada a la afición al alcohol, que, como es sabido, en exceso no suele terminar bien.
Un relato muy original, de amor y comprensión hacia los más cercanos por encima de todo, incluso una vez difuntos, lo que no quita para que también haya infidelidades y difícil convivencia de por medio.
Un abrazo y suerte, Eva
Muchas gracias Ángel. Me parece a mi que este hombre era un personaje…. Un abrazo.
Parece una vieja leyenda contada a la luz de la lumbre. Curiosa y que arrastra el conflicto de una pareja más allá de su muerte.
Irlanda debe estar llena de leyendas…Tal vez un día pueda ir a escucharlas in situ. Muchas gracias por tu comentario, Rosa.
Eva, ¿has estado recientemente por Irlanda? Te atrapa con su magia, esa que destila también tu relato, lleno de simbolismos y con un punto gamberro.
Un abrazo y suerte.
No, no he estado nunca, pero ya me gustaría. Lo del gamberrismo es autóctono. Un abrazo a ti también, Rosalía. Y gracias.
Original, curioso, con retranca (no sé si irlandesa o gallega) ¿Cómo no me va a gustar?
Eres la tercera persona que lo califica de curioso. Supongo que el armazón choca como primer camino para enfilar una fobia. Tal vez el armazón estuviera en un armario… 😉 Lo de la retranca se asimila con los años y al final hasta se practica. Gracias meiga. Unha aperta fortísima.
Estupendo relato!! Envuelto en ese realismo mágico rural . Casi podemos creérnosla . Podría ser una historia de estas que circulan de generación en generación y que se cuentan de boca a boca en los pueblos .
Un saludo Eva
Me alegra que te guste Gema. Puedes creértela, quién sabe, igual nadie ha probado a regar higueras con whisky y abonarlas con abuelos testarudos. Muchas gracias y un saludo a ti también.
Precioso relato. El final es de whisky con anís.
Un abrazo.
Gracias María, por tus palabras. Me agrada que te guste. Un abrazo.
Hola, Eva.
Me encanta tu forma de relatar con esas descripciones tan bien hechas. Es un lujo poder leerte.
Un cálido saludo.
Hola Ángel. Que alguien diga esas cosas sobre lo que escribo sí que es un lujo para mí. Gracias infinitas. Un abrazo igual de cálido.
Fascinante decir tanto en tan poco espacio, muy creíbles las metáforas del alcohol y el roce.
Gracias por el comentario Narcís, me agrada que así te lo parezca. Un saludo.
Me fascinan los pequeños detalles con los que has ido aderezando este relato: los higos amarillos y azules como símbolo (tal vez) de las desavenencias entre la pareja, la fobia al agua como explicación de ese alcoholismo arraigado socialmente, o esa fiesta celta en la que muertos y vivos parecen convivir con cercanía (que no armonía). Como digo, un relato lleno de detalles.
Mucha suerte, Eva. Un beso.
Gracias Anna, ¡qué bueno verte por aquí de nuevo! Un beso enorme.