106. Se funde la nieve
Ruth avanzó por el valle que rodeaba la cabaña en la que había pasado una semana. Una cabaña hecha con madera que provenía del bosque de frondosos y grandiosos pinares alejados de aquella morada y donde vivía su abuelo. Todas las mañanas, Ruth abría la ventana de su habitación y a través de ella divisaba todo el valle y al final, aquellos majestuosos pinares. Pensaba si ese sería el último despertar junto a su querido abuelo. Sabía que cada día su abuelo era invadido por aquella maldita enfermedad y que a cada segundo se iba evaporando cada vez más.
Conforme avanzaba por aquel valle, el cansancio era cada vez mayor, debido a la inmensa nevada que había caído. Se dio la vuelta, para ver el lugar exacto donde había dejado la cabaña, aunque se mostraba tranquila porque iba dejando un rastro en forma de huellas. Se dijo, no pasa nada Ruth, seguiré mi rastro en la nieve para volver a la cabaña. Paró en seco. Vio a su abuelo allí, sentado en lo que parecía una piedra. Se aproximó hasta él. No era una piedra, era la lápida de su abuelo. Le dio un beso y se unieron. Para siempre.
Disculpa la intrusión, Juan, pero en mi entrada los comentarios me han quedado desactivados: ¿alguien puede echarme una manito? Gracias.
Hola Gabriel a mí me pasó lo mismo y esperé sin hacer nada y al ratito se pudieron hacer comentarios, no hice nada especial en el escritorio de wordpress.
Saludos, por cierto me di cuenta porque iba a comentarte y zas en off coment.
Abrazos volveré en otro momento a tu historia.
Gracias, Manuel.
Saludos
Bien Juan José, bonita apuesta con historias de muertes paralelas y con la ternura que da la cercanía de la familia, y de la muerte claro.
Abrazos
Gracias Manuel por tu comentario!
Un cariño que se prolonga más allá de la vida.
Me encanta la idea.
Un abrazo.
El cariño debería ser inmortal…Un abrazo Belén Rodríguez.