45. Secretos de familia
Las tardes, de seis a siete, el abuelo era inmortal. Se enteró, contaba, cuando un obús, a las seis y diez, estalló a su lado. «Solo me hizo esto», y bajaba su calcetín para mostrarnos una cicatriz reseca en su tobillo izquierdo. Seguía con lo del camión que le arrolló, «sobre las seis y media», decía, y señalaba orgulloso una minúscula marca en su frente que mirábamos boquiabiertos. Más, pedíamos, y él explicaba su otro accidente: atravesó el parabrisas, voló por la barranquera y cayó en un pajar. «Siete menos veinte: ¡soy inmortal!», afirmaba mientras sacudía imaginarias briznas de paja de su chaqueta y nosotros aplaudíamos.
Una tarde, decidimos comprobarlo. Cogimos el revólver de papá y disparamos a las tripas del abuelo: las siete menos cinco. Al principio se asustó, luego se carcajeó por nuestra ocurrencia. Justo al dar las siete, nos besó a todos, se levantó con dificultad del sofá y salió para contárselo a los amigos, dijo, pero algo le debió fallar dentro, y por mala suerte temporal, a las siete y dos, se desplomó en la calle.
Ahora que él ya no está, me pido ser inmortal, aunque, si puedo elegir, mejor de seis a ocho.
Una familia que hereda la inmortalidad, o casi, sería algo muy deseable para cualquiera. Aunque en realidad no quede claro cuándo hay de fábula en lo que cuenta este abuelo y cuánto de real. Puestos a elegir, hasta el horario.
Un abrazo y suerte con esta familia peculiar, Rafael
Qué imaginativo, Rafael, y con cuánta gracia cuentas las peripecias del abuelo. Incluso en ese trágico final pones el puntito divertido con la última frase del protagonista, al que deseo tanta suerte con su inmortalidad como a ti con tu micro.
Un besazo.
¡Qué bueno, tocayo! A ver si los chavales llevaban el reloj con 10 minutos de retraso y pusieron inconscientemente fin a la leyenda.
Un relato merecedor de distinciones.
Suerte y abrazo.
Gracias, Ángel, Ana María, Rafa. No sé si tendré nietas o nietos, creo que no, pero, por si las moscas, iré pasando las batallitas a formato micro para dar la turra en el asilo. Lo de los 10 minutos podría ser el germen de otro micro. Abrazos.
Originalísimo e ingenioso relato, lleno de humor tirando a negro…
El regusto que deja es el de la redondez, como uno de esos vinos que llenan cada rincón de nuestra boca, de una a dos de la madrugada.
Suerte, Rafael!
Rafael, genial ese abuelo inmortal en su franja horaria. ¡Lástima que solo lo fuera durante una hora!
Suerte!
Grande, Rafa y grande ese abuelo inmortal. Aplausos.
Un fuerte abrazo
¡Qué imaginación! Un poco grotesco pero interesante como se desarrolla el relato. Saludos.
Maravilloso relato Rafael; bueno no sólo maravilloso también es original, divertido, sorprendente y para mí también es extraordinario. Con este micro se disfruta y también se aprende un montón.
¡Qué bueno, qué ocurrente siempre, Rafa!