05. Sensaciones (Ricardo González)
Entre las páginas 122 y 123 me deslumbró el aún brillante color rojo del pétalo de papaver rhoeas. Incluso creí percibir un sutil aroma.
Volví al libro y, de perfil, pude apreciar que, unas cuantas después, guardaba nuevas sorpresas. Entre la 248 y 249, sí; surgía el dulce y mentolado olor australiano de las hojas, a la fuerza planas y resecas de eucalyptus acaciiformis. Revivían.
Fue al tercer día de estudio cuando descubrí de la 340 y 341 que las finas agujas de los pinos sonaban a Respighi entre neblinas del amanecer en Vía Apia.
Infructuosamente lo intenté varias veces más entre páginas del libro y en otros muchos volúmenes de esta y otras bibliotecas, desconsolado.
Solo quien estudió con aquel tratado de botánica y la terquedad de mi profe de ciencias, en su empeño por enderezarme, me introdujeron en ese mundo de sensaciones, desconocido y absorbente.
Siguen amonestándome por oler los libros.
Original, sí señor. Yo, cuando estudiaba, metía flores entre las hojas de los libros.
Todos hemos hecho nuestros marcapáginas particulares. Los más naturales eran estos y nos alegraban el estudiar.
Gracias Carmen.
Menuda explosión para los sentidos… muy bueno. Mucha suerte 🙂
Aprecio mucho tu comentario. gracias.
Todo son sensaciones.
Por cierto, yo también guardé una papaver rhoeas entre un libro, te aseguro que manchan las hojas.
Te añado la flor con que me identifico.
Saludos.
Me llega el olor de tu rosa como si la tuviera entre las hojas del libro que leo hoy.
Muchas gracias.
Original, didáctico, evocador y, mezcla de literatura, sentidos y aromas y sobre todo ese juego de hojas. Al fin y al cabo el papel es vegetal. Buen micro y buena cadencia en su formato. Suerte.
Muchas gracias Antonia. Veo que este mes hemos sido muchos los que recurrimos a los sentidos. No esperaba que la lectura tuviera esta cualidad.
Ricardo, se toma un chupito de orujo de hierbas y «el éxtasis», jajaja. Bromas a parte, tu relato, que por cierto me ha recordado un poco al protagonista de El Perfume, me ha encantado. Abrazos.
Ya quisiera poder describir del modo que lo hace Süskind con Grenouille. Sí pensé en él escribiendo.
Agradezco mucho tu comentario Salvador.
Un abrazo.
Ricardo, me acuerdo sobre todo de los «pensamientos» entre las hojas de los libros y es cierto que los olores de las bibliotecas son especiales. De todas maneras que cada uno aguante su parafilia, ja ja ja.
Un abrazo
Yo tengo recuerdo de las amapolas que usaba mi hermana en sus libros.Disfrutaba cambiándolas de las páginas en que ella las dejaba para resaltar datos. En realidad lo que huelen son los libros, los amantes de la lectura en papel lo añoran en los iboock. Puede que tengas razón y esto llegue a considerarse como una parafilia.
Gracias.
Bueno el olor de los libros es algo que todos hemos sentido, y las flores entre sus páginas nos dice tanto.
Un relato muy original.
Saludos.
No puede haber nada más personal que un libro marcado de este modo.
Un saludo y gracias.
¡Qué buenas sensaciones producen siempre tus relatos, Ricardo. En este caso las de esa memoria del olfato que nos lleva a diferentes momentos de nuestra vida. Abrazo.
Esperemos que la lectura electrónica nos permita añadir olores y colores entre páginas.
Es agradable trasmitir buen rollo.
Abrazos amigo Marcos.
Cinco pàrrafos que no tienen desperdicio y un cierre que hacen de este relato una lectura sorprendente por su sencillez, originalidad y frescura. Ricardo Ramón González ya es un estilo inconfundible. Un abrazo
Nieves eres mi mejor fan. Sabes que aprecio mucho tus elogio, algo inmerecidos.
Abrazos. Gracias.
Un relato de adicciones. Es curioso pero es así, el olor despierta la curiosidad y como en este caso son tres veces queda claro que encontró en los libros una forma de crecer. Suele pasar, personas reacias a la lectura se enganchan por cualquier sensación. De hecho sentimos atracción por las portadas de los libros. En fin. Suerte a fin de mes.
La lectura es la atalaya a la vida. No es extraño que la personalicemos con anotaciones sobre nuestras impresiones o que añadamos un detalle personal de este tipo.
Ya son un premio vuestros comentarios.
Sensitivo relato, homenaje a los libros de papel.
Felicitaciones.
Que no dejen de existir, aunque tengamos que plantar un árbol al día.
Gracias María.
Ojalá algún día mis alumnos recuerden las aventuras de los libros que leemos con el mismo entusiasmo que el protagonista de tu excelente relato.
Seguro que más de uno sabrá apreciarlo. Podrás conseguirlo.
Un abrazo.
Cada vez mejor Ricardo. Es un placer leerte. Lo que sorprende de tus aportaciones mensuales es la variedad de enredos en los que te metes. Panoràmica de olores, colores, ratos de biblioteca, tardes de conciertos y recuerdos sońados. Hasta he dudado de que tuvieses un «negro» que te ayudase a escribir estos escritos. Pero al fin y al cabo serìa un negro, como mucho, tan bueno como tú.
Espero disponer de ese «negro» en los momentos de ausencia de inspiración. Incluso he pensado que, con lo floridos e interesantes que son tus comentarios, podrías ser tú. (No puedo pagar muy bien).
Curioso, curioso… Nunca hasta ahora había entendido por qué mi hermano mayor, siempre que abre un nuevo libro (y abre muuuuuchos), lo huele con una fruición casi indecente.
Mi hermano estudió ciencias. Es biólogo.
Veo que te motiva tu pasión por la música y por Respighi en particular. Me alegro pero considero que te he coaccionado con ello.
Agradezco tu loa Juan.
Un abrazo.
Me siento alagado. Que te haya gustado no es como para considerarlo perfecto. A mi me gustan más los tuyos.
Saludos y gracias.
Siendo biólogo entiendo que aprecie en la lectura matices que nosotros no. Desde que he escrito esto, noto algo distinto en la habitación de mis libros.
Muy fino tu relato me ha gustado. Yo creo que deberíamos volver a poner como marcapáginas las hójas y los pétalos. Cuando pasados los años relees esos libros dice más una de estas folias que un simple papel. Dicen que Menéndez y Pelayo, ya un poco ido, dejaba como marcapáginas las sardinas en aceite que se estaba cenando.
Un abrazo Ricardo.
Probablemente cada marcapáginas tenía un significado para el lector. No es de extrañar que un crítico literario como Menéndez Pelayo mostrase sus opiniones de ese modo tan elocuente o puede que la crítica le abriese el apetito. También las flores y hojas dejan vestigios.
Volveremos a ponerlos si continuamos leyendo en libros de papel.
Para escribir esto me inspiré un poco en la idea del uso de libros electrónicos. Ahí será más dificultoso su uso.
Un abrazo, amigo Jesús.