91. Sentimiento por un simple pavimento
Odio la moqueta, ese perfecto nido de ácaros y polvo. La odio con todo el desprecio del mundo por muy calentita que sea… que sí, que sí, que es magnífica cuando hace frío y su tacto cálido acaricia los pies, ya lo sé, pero es que cada vez que paso la aspiradora recuerdo aquel suelo de gres, impoluto después de limpiarlo, de superficie absolutamente firme y lisa, que no levanta una nube invisible de gérmenes cuando se camina sobre él… y me da, ya ves tú, una nostalgia, una tristeza tan tonta, una pesadumbre… con lo grácil que es pasar una mopa… es como bailar, deslizándola con suavidad, trazando los pasos al ritmo del tempo que más convenga… díselo tú a la aspiradora, ese monstruo del que hay que tirar para que se desplace, que va quejándose todo el rato con un rugido ensordecedor… aquella solería tan lejana, de la que no veo ni rastro desde hace tanto tiempo… en fin, que unos echan de menos a la familia, a la morcilla de Burgos o a las fiestas del pueblo, y yo, tan dramática, peno por un simple suelo de cerámica.
En los recuerdos de tu protagonista se fusiona una visión práctica con las sensaciones de otro tiempo añorado. Si Proust asociaba vivencias placenteras con una magdalena, quién dice que un suelo de cerámica no pueda provocarlas también.
Un abrazo y suerte, Ana
Ana, qué original, te has ido a echar de menos algo tan poco romántico como un suelo de cerámica. Aunque coincide totalmente: odio eterno a las moquetas.
Un abrazo y suerte.