SEP04. LA FRUTA DE LA HERENCIA, de Jesús Alfonso Redondo Lavín
1955, Septiembre.
En nuestra casa de Lezama, con 6 años cumplidos, jugaba con la “plastilina” de harina que hacía mi madre para entretenerme, cuando llegó el “cablegrama”. Mi madre rompió a llorar. Había muerto en Orejo el abuelo Victoriano.
Pasado el trance, todos los hermanos estaban en pie entorno a la mesa. Hablaban en voz baja. Nueras y yernos silenciosos, en un segundo plano.
Fonso, que sin ser el mayor era reconocido como el más cabal de los hermanos, mostraba sobre un gran plano las particiones. 2.000 “carros de tierra” de pasto en la margen derecha de la rectilínea zanja del arroyo del “Cerizo”, entre 10 hermanos, salían a 200 carros por familia. Que yo sepa todos quedaron o contentos o resignados. Nunca oí reproches ni se rompió la familia por aquel hecho.
Todo se repartió; excepto los frutales que bordeaban el camino a la poza de los “cuetes”, en el lugar llamado el Bastón. Eran unos pocos manzanos y perales en hilera. Quedó entendido que cualquier Lavín, de los de Victoriano, podría coger fruta de los mismos.
Aunque las peras eran duras y las manzanas ácidas, cada verano, yo, ejercía con orgullo, mi derecho como miembro del clan.
Me encantan las manzanas ácidas. He mirado tu micro esta mañana y me ha venido a la cabeza camino a casa, al ver una hilera de frondosos árboles frutales.
Un abrazo,Jesús.
Lamentablemente ya no queda ni poza de los «cuetes» ni árboles en el camino, ni ninguno de los que se sentaron a esa mesa ni nueras ni yernos de segundo plano. Esa escena la veía yo desde mi cama de niño por una la rendija de una puerta entreabierta y guardo celosamente una copia notarial de aquella herencia.
Una vez más gracias por estar atenta a mis relatillos.
Un abrazo.
Jesús y sus crónicas.
Consigues que las cosas cotidianas tengan un cariz histórico. Pequeñas historias, grandes recuerdos. Mira, de verdad, tienes la suerte de tener recuerdos familiares y de saber narrarlos, te doy una idea, ójala hubiese en mi familia alguien como tú para pedirle esto. Coge estas historias y búscales fotos antiguas, pon cara a estas personas, juntalas toidas en un pequeña-gran legado familiar. YO tengo cientos de fotos antiguas de ta-ta-ra-antepasados, ¿quienes son?,¿cómo fueron sus vidas?, yo ya no tengo a nadie para preguntárselo, para que me cuente. Ahi te dejo una idea para tus ratos libres.
Como siempre muiy bien pensado el relato, situado y descrito. Me gusta leerte, me haces sonreir,
Hola María. Sin darme cuento me he convertido en el «arcano» de mi familia, soy el que recopila recuerdos y cuida amplia y mantiene el árbol genealógico. 517 días para jubilarme.
Un abrazo.
Verdaderamente, Jesús, te has revelado como un auténtico
modelo del género «relato»: difícil de abrir, desarrollar
y concluir como tú lo haces, con una fluidez que deja el
texto sin desperdicio, mezclando lo ameno y lo creíble,
convirtiéndonos a todos en niños que te escuchan embelesados.
Enhorabuena!
Nieves, no se te vayan a volver los higos brevas. ¿Para cuándo tu relato?.
Besos.
Bonito relato y buen tono rural. Yo me tengo que conformar cuando salgo al monte con las moras silvestres, porque siempre llego tarde a las avellanas, a ver si este otoño me espabilo.
Un abrazo.
Compañera: A mí las avellanas me las manda a Madrid mi amigo Don Ricardo, el cura de Miera. Son de los avellanos de los «hoyos» y son pequeñas duras y sabrosas. Date un paseo por ese pueblo y pregunta por el cura que te dará algunas de mi parte.
Este verano he hecho rutas a pie por el poljé de Matienzo. Con buen tiempo es un paraiso cuando se disipa, hacia las 10 de la mañana, el mar de nubes que lo cubre y que es una delicia de paisaje desde Alisas.
Pues mira qué casualidad, Jesús: don Ricardo, el párroco de Miera, si es el mismo que yo digo, ya jubilado (tendrá ahora unos ochenta y algo, ¿es él?) era muy amigo de mi padre, Manuel Revuelta, y se reunían todos los años en una comida, le preguntaré a mi madre el apellido. Y gracias, tomo nota de lo de Matienzo.
Un abrazo.
Sí es él. Don Ricardo Bárcena Bárcena. Tiene publicado un libro interesante sobre «La Pantoja», (no la cantaora así llamada) que era la jerga de los canteros trasmeranos. A Don Ricardo le dieron un homenaje y una casa en Miera el pasado año.
Confirmado: coincidieron en sus estudios en Corbán. Mi padre marchó a Roma, pero parece ser que mantuvieron una amistad. Es curioso, ¿no te lo parece, Jesús? El mundo es un pañuelo.
Un abrazo
Ah, creí haber mandao un mensaje y ya veo que no. Bueno, Jesús, don Ricardo Bárcena Bárcena (luego miro en internet lo del libro) y Manuel Revuelta Sañudo (por si le conociste) se conocieron en Corbán, cursando sus estudios. Muy joven, que he visto fotos, mi padre siguió estudiando en Roma, pero conservaron la amistad y era don Ricardo el que convocaba las reuniones anuales (en la Maruca, en el Pesquero…). Qué pequeño es el mundo, aquí hablando en un blog de estas cosas.
Un abrazo.
Jesús, sigue contándonos esas preciosas historias que consiguen instalar en nuestro recuerdo la historia familiar de cada una de nuestras familias. Estoy convencido de que has fijado el verdadero sentido de este tipo de certamen, líneas e historias para leer junto a los nuestros alrededor de buenos fuegos y pucheros. Gracias. Me he apuntado en mi librería habitual en la lista de espera para cuando aparezca tu libro de historias montañesas.
Amigo Marcos, gracias por leerte mis intervenciones. Me estoy aficionando a este blog y a este grupo de amables amigos.
Un abrazo.
Me ha llegado enseguida el uso de palabras que ya están en desuso pero qu eenmarcan tan bien el contexto, y el ambiente. Incluso sin el año se podría intuir la época en la que sucede. Me gusta también que la fuerza, el drama esté en los frutales.
Bonito, de verdad.
Supongo que te refieres al «cablegrama». Hubiera perdido esta palabra tan estratificada por el cambio brutal de sistemas de comunicación que hemos visto en los últimos 60 años, cablegrama, telegrama,telefonemas, telefax, e-mails …, si no hubiese conservado viejas cartas de mi abuelo en las que se menciona a menudo.
Gracias por tomarte la molestia de leer mis relatillos.
Te cuento un detalle, m i jefe, algo mayor que yo, no mucho más, recuerda como el sargento Nazario, empedernido fumador de pipa, golpeaba con la cazoleta la tapa de radiotransmisor. De esta forma contaba chistes en morse a los compañeros de otros vehículos durante las maniobras. El sistema funcionaba ya que todos celebraban con risas aquel “tapeteo” entrecortado.
Un buen final. Suerte.
Gracias Ana. Mis primos no recuerdan nada de esto cuando se lo cuento. Creo que fui, por ser el más pequeño, el único presente en la escena.
Un abrazo.
Gracias por pararte a leer el relato. Creo que eres nuevo en esta plaza. Si es así bienvenido. Espero que notes el buen rollo que hemos creado entorno y gracias al trabajo que se toma JAMS en mantener este foro en forma.
Saludos.
Ya lo he comprobado. Sí, soy nuevo pero me siento como si llevara mucho tiempo aquí.
Como siempre, Jesús Alfonso, creas unos ambientes y personajes entrañables. La frase final pone el punto de ironía en la evocación del recuerdo de una infancia en la que la imaginación del niño tenía mucho que hacer: transformar la harina en plastilina, las peras duras y las manzanas ácidas en fruta apetecible…
Un abrazo
Ricardo J. Gómez Tovar
Samarkanda, daltonismo, musa del pintor de bodegones y además me he entretenido en visitar tu blog (altísimo nivel) y la verdad, es un honor que te entretengas en leer mis relatitos en los que, con modesta técnica literaria, trato de reflejar el amor al niño que fui, a los lugares en que crecí a los amigos con que gocé, a la familia que he creado y a la más extensa en la que nací.
Gracias por tu tiempo.
El honor es que Jesús Alfonso El Sabio visite mi blog. Suscribo las hermosas razones que enarbolas para escribir y lo que quieres reflejar en tus textos, y además los pueblas de personajes de carne y hueso, con nombre y apellidos, como si quisieras iniciar una saga…
En cuanto a tu técnica literaria, habría que ser daltónico o estar totalmente abstraído en las Musas para no aprender de ella.
No dejes de contarnos cosas…
Un abrazo
Ricardo J. Gómez Tovar
Jesús Alfonso, me gusta tu relato, nos recuerda algo que en nuestra sociedad puede empezar a perderse, sobre todo entre la juventud. El gran legado que nos han dejado nuestros antepasados y que es común al «clan familiar», para compartir todos, para disfrutar todos. Pequeños detalles, valores, cositas, la fruta que nos ofrece la Madre Tierra, los Ancestros… ¡Muchos veces tenemos más de lo creemos y nos atrevemos a disfrutar!
Jesús Alfonso, la herencia que une a los miembros de la familia, que da al niño el sentimiento de la continuidad y de la apartenencia al «clan» es un tema muy bién elegido y tratado en tu relato. La nota personal presta autenticidad a esta historia familiar.
Un abrazo.
Jesús Alfonso, muchas cosas nos unen y otras son, las historias de nuestras familias y de nuestros pueblos.
Desde el humillo de este cigarrito de la risa recuerdo de Extremadura las tardes de verano cundo íbamos a garullas, es decir robar fruta para comerla aunque los membrillos verdes te dejaban el paladar de madera durante horas.
Es cierto que la vida va muy deprisa, pero siempre que puedo y en cualquier pueblo por el que paso me siento con los mayores en el banco o poyete de la plaza.
Está bien que personas como tú, recojan sus vivencias pues lo haces bien además.
Un abrazo
Qué bien contado, y qué bien escrito, Lavín. A mí, lo que más me ha gustado es ese amor por las raíces, por el arraigo, por la pertenencia a una familia de la que te sientes orgulloso. Un abrazo.
Cuando hago estos escritos familiares, mi hermana que reside en Inglaterra y es dos años más joven que yo, me añade detalles. En este caso me comenta los celos que tuvo al decidir mi madre que yo la acompañase al entierro, de ahí mis recuerdos sobre la escena de la herencia, y ella se qué dó sola en Lezama con los otros abuelos.