SEP106. NAUFRAGANDO, de Lladiu de la Mata
…Ahora mismo volvemos, no se muevan de sus asientos.
Recitándose aún el manido dicho televisivo me encaminé al baño. La melodía ahogada de los anuncios me amenizaba la micción, fue cuando mi atención se vio atraída por el revoloteo de la cortina y, a su vez, en el edificio de enfrente otra cortina parecía imitar la misma coreografía. Cuando la alineación del cortinaje se produjo me encontré con una visión insospechada: era una desnudez extrema, como si la ropa se hubiese derretido en su cuerpo resbalando hasta acumularse a sus pies formando una ignota isla en un mar de impudicia. Así me encontré a la nueva vecina.
Me miró y bajé los ojos al no poder resistir tan alta carga de lascivia. Me rehíce, le sostuve la mirada adornándome con un desnivelado de cejas y me acodé en la ventana ladeando la cabeza unos veinte grados para tomar perspectiva. Pero su gesto cambió súbitamente: desorbitó los ojos y masticó unas palabras para, acto seguido, aparecer un ceño muy fruncido, un puño pendenciero y un hombre encolerizado con una cámara fotográfica. De un golpe cerré la ventana y llegué al sofá justo a tiempo.
Tras estos consejos publicitarios continuamos con…