SEP133. ODISEA ÚLTIMA, de Plácido Romero
Cuando regresó de sus atribulados viajes, debilitado, exhausto, agradeció el aparente sosiego que le ofrecía su isla. La tranquilidad acabó pronto. Los familiares de los pretendientes muertos llegaron para exigir justicia. Tuvo que matar al más pugnaz; los otros acabaron aceptando la justa ejecución de quienes aspiraban impíamente a tomar en matrimonio a una mujer casada.
Más difícil resultó explicar lo sucedido a las madres y a las mujeres de los que le habían acompañado a la guerra. Durante todos esos años habían esperado su regreso cargados con los tesoros innumerables que su rey (o la imaginación) les había prometido.
Un día advirtió que la isla en que había nacido, que gobernaba, su isla, era un trozo de roca en la que no se habría detenido durante sus viajes. Acabó pasando los días encerrado en palacio. Pero incluso allí no dejaba de ver a su mujer y al contemplarla se daba cuenta de que él también había envejecido.
Un día abandonó el palacio de madrugada, sin que nadie le viera, y se subió a un pequeño bote de pesca. Cuando perdió de vista la minúscula isla, Ulises se sintió el más feliz de los hombres.
Plácido, es tan buena esta obra que toma la forma de una y múltiples vrsiones; la tuya es original y fluida. Suerte y saludos
Después de tantos años de aventuras y desventuras Ulises se vio incapaz de vivir una vida de hombre corriente, y especialmente de vivir acotado en una isla y sometido a la rutina doméstica. Buena interpretación. Un abrazo. Gloria
Original relato del destino de un auténtico aventurero.
Abrazos.