SEP14. EL ABRAZO, de Ginette Gilart
Treinta años habían pasado desde aquel día en que Celia cruzó la frontera. Ahora hacía el camino a la inversa. Cuando puso los pies en territorio español su hija pequeña, de diez años, la observó y notó el leve temblor de su barbilla y en sus ojos un nuevo brillo.
Después de un largo camino recorrido en tren, por fin, llegaron al pueblo, a la casa familiar.
Fue su hermana quien abrió la puerta y, nada más verse, las dos mujeres se fundieron en un abrazo eterno, sin decir palabra. La niña al ver la escena, sin saber ni cómo ni porqué, sintió, desde lo más hondo, subir como una ola y sus ojos se bañaron en lágrimas…
Desde aquel momento supo descifrar y leer las señales dibujadas en las caras de la gente, supo lo que significaba la palabra emocionarse.
Ginette, asi aprendemos observando a los demás. Tu historia por cotidiana es amena y bastante real. Suerte y saludos.
Los niños que observan aprenden muy bien lo que no está escrito. Gracias, Calamanda por pasarte.
Un abrazo.
Pues sí, Ginette, me sumo a lo dicho por Calamanda: no hay mejor escuela de emociones que la emotividad, la rienda libre a nuestros sentimientos, sin disimulos ni convenciones.
Una historia de regresos tiernamente dolorosos. Bella.
Saludos.
Muchísimas gracias, Eduardo, por tu comentario. Las emociones hay que saberlas manejar para nuestro bienestar, y no es fácil.
Un saludo dese la bahía de santander
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Las historias del que emigró, al menos así lo veo al leerte, me recuerda los trenes de los trabajadores abandonando a los hijos en casa de la familia…
Bonito, tierno, muy actual en estos momentos.
Suerte Amélie.
http://montesinadas.blogspot.com.es/
Actualmente emigran los hijos pero en condiciones muchísimo mejores, suelen conocer el idioma del país al que se dirigen y van respaldados por los padres.
En el caso del relato es más duro todavía, pues trata del exilio, treinta años sin tener ninguna posibilidad de regresar. Después de tanto tiempo fuera vuelves de vez en cuando pero tu vida ya está en otro país.
Gracias por comentar y por dejar el enlace a tu blog, iré a visitarle.
Un saludo
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Es muy bonito este micro, esa escena tan bien relatada y tan emocionante.
Me gusta.
Un beso
Muchas gracias, Inés, me alegro que te guste.
Te dije que tu relato es muy romántico y contestas que hay algo real en él, pues si es así, mejor que mejor,ja,ja,ja.
Un abrazo.
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Una historia de enternecedor reencuentro. Si la emoción se siente.
Suerte y recibe mi saludo
Te agradezco el comentario, Anna. Me gusta que hayas percibido la emoción.
Un saludo.
Un, dos,… ¡très bien! Ginette, no soy capaz de imaginar la oleada de emociones en un encuentro entre dos seres queridos separados tantos años. Lo que sí te digo es que tu relato llega muy dentro.
Un abrazo.
Susana, si ya lo sabía, detrás de tu fachada de dura eres todo miel.
Un abrazo, compi.
Precioso reencuentro. Felicidades y mucha suerte. Marta Lopez Cuartero
Muchas gracias, Marta, por dejar tu comentario.
Un abrazo.
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Ah Gina! Se nota que sabes de lo que hablas, porque esa emoción se trasluce en todos tus relatos de ausencias y regresos con una elegancia que te caracteriza.
¡Milana bonita!
Ay, Paloma! Qué cosas más bonitas me dices.
Un abrazo, compañera.
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Me ha encantado tu relato por lo emotivo y bien contado. Todos en nuestra infancia hemos vivido escenas de despedidas o regresos similares, que nos han tocado el corazón y recordamos siempre. Felicidades, suerte y un abrazo
Gracias, Juana, por tu comentario. Si has vivido situaciones parecidas sabrás de lo que hablo.
Un abrazo.
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la empatia se aprende desde pequeños… y el resentir la tristeza y emoción en nuestros padres o abuelos hace que se amplifica todavía mas esta capacidad de compartir los sentimientos de nuestros seres próximos…
se nota que tu has compartido estas emociones…
Christine,¡qué sabia eres! Gracias por dejar tu comentario.
Hasta muy pronto en Bilbao.
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Una tierna historia, cercana y profunda en la emoción. Los niños son observadores, hay situaciones que no necesitan palabras.
Suerte con tu relato Amélie, tan conmovedora. Saludos.
Gracias, Yashira, por pasarte y comentar. Suerte para ti también con
tu relato «Si pudieran volver».
Un abrazo.
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Es muy tierno Gina, regresos y reencuentros, ojalá que todos fuesen cargaditos de abrazos. Nos vemos pronto pronto.
Sí, ojalá que todos fuesen así. Espero que nuestro encuentro en Bilbao esté lleno de ellos. Con la delegación que va a acudir a la estación de autobuses para recibirnos ( a las santanderinas) va a ser la monda…si las demás son como tú, eso promete, ja,ja,ja.
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Una lección, la de aprender emociones de primera mano, que la niña seguramente no olvidará. Tu relato también se queda en el recuerdo, porque has sabido dibujar muy bien esas emociones desde una narración clásica, uno de esos momentos singulares que todos sabemos reconocer, la vuelta del inmigrante.
Saludos y suerte.
Muchísimas gracias, Rafa, por tus palabras tan amables.
Saludos.
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Hola Ginette. Sí es emotivo. Disculpa porqu eal principio, me descolocó lo de la hija pequeña de diez años y que ella se hubiera ido treinta años antes, es que volvían juntas las dos. Un lapsus mío. Suerte.
Regresa con una niña, sí. Tal vez no lo exprese claramente…
Gracias por pasarte.
Un saludo.
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