SEP46.EL TRANVÍA, de Purificación Rodríguez Díaz
Tengo seis años y estoy esperando al tranvía.
Sentada en el bordillo de la acera, miro con impaciencia a los dos lados de la calle. Tiene que pasar muy pronto alguno de esos grandes vagones azules y blancos hechos de reluciente metal.
Está tardando demasiado hoy. Me entretengo pensando cómo aparecen, a veces, cada uno por una esquina, abrazando ruidosamente la catenaria hasta que se cruzan sin tocarse.
No puedo montar en tranvía si no voy con un mayor, pero con sólo mirarlos circular me conformo. Son tan bonitos que parecen cajas de regalo o plumieres llenos de lápices de colores. Siempre creo que se van a separar de las vías en una curva pero, milagrosamente, en el último momento, giran y siguen la ruta sobre sus pesadas ruedas sin gomas.
Sigo sin oír su sonora campana y me está entrando sueño. Como no aparezca pronto,
acabaré……
Me despierta, de un bote, un estridente y agudo pitido. –“Ésa no es la campana del tranvía”- Pienso, mientras abro los ojos y miro a mi alrededor.
-“Otra vez lo mismo”- Me digo con resignación. Salgo de la cama y arrastro mi cuerpo cincuentón hasta el baño para darme una ducha reconfortante.
¿Anhelo de carencias? Muy bonito. Suerte, un saludo.
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Purificación, bien reflejado ese momento de nostalgia, igualmente sentido despierto que en sueños; suerte y saludos.
Y qué mal sienta «volver» cuando estás teniendo un sueño tan agradable como el que tú cuentas. Muy bonita la descripción de los tranvías como «cajas de regalo o plumieres llenos de lápices de colores». Un saludo y suerte.
Un agradable relato que a algunos nos transporta.
Abrazos
Mi despertador suena como un grillo ronco enloquecido… Da igual, aunque pusiera música celestial me iba a chafar igual el último sueñecito. Un bonito relato evocador.
Un abrazo.