SEP76. LA COCINERA, de Sara Lew
Como todas las mañanas, después de preparar el desayuno para los Villasierra, Clotilde se quedó sola en la finca. Cuando los forajidos entraron apenas tuvo tiempo de esconderse sin ser vista en la despensa. Y allí, entre embutidos caseros y hogazas de pan, deseó que fueran a por la caja fuerte que la señora mandó instalar detrás del retrato de Don Alfonso, y se llevaran el dinero y las joyas. “¿Qué otra cosa si no buscarían de valor en la casa?” pensó para animarse. No sabía que los peligrosos fugitivos estaban hambrientos y necesitaban provisiones para volver a adentrarse en el monte.
Una historia clara y directa. Me gusta, ¡Suerte!
Saludos.
¡Gracias, Beto! Un saludo.
A mí ya me contaron hace mucho tiempo que hay que saber estar en el sitio adecuado en el momento oportuno, y tu cocinera va a descubrirlo dentro de un momento. Tu historia muy está bien narrada, y me gusta especialmente por lo que se queda en el aire de esa despensa tan bien aprovisionada de TODO lo que necesitan esos fugitivos.
Saludos y suerte.
Por suerte o por desgracia, siempre estamos en el sitio que marcará nuestro destino.
Un abrazo, Rafa.
El proscrito a veces tiena la nobleza del hambriento, y si es un personaje literario como el tuyo, sale un relato de gran factura.
Enhorabuena
Juan M
juanmanuelsanchezmoreno.blogspot.com
Esperemos que los fugitivos tengan la nobleza de la que hablas y se llenen la barriga pero sin dañar a la cocinera 🙂
Un saludo, Juan Manuel.
Un pequeño relato, en cuanto a palabras. Un gran relato, por haber sabido crear curiosidad y suspense con pocas pero certeras palabras. Felicidades y saludos
http://palabrasquedanjuego.blogspot.com.es/
Gracias, Juana. Los relatos me van saliendo cada vez más pequeños, aunque intento que, por el contrario, aumenten en significación. Al menos lo intento 🙂
Un abrazo.
Del estilo del de Yolanda Nava. Me encanta que el lector deba acabarlo en su cabeza. Qué bien te sale.
Un abrazo, Sara.
PD. Me chirría ese «si no»…
Y es que al lector le encanta sentirse capaz de resolver los finales. Y por eso el relato de Yolanda de este mes a mí me ha encantado.
Es verdad que ese «si no» podría ser prescindible. O no 🙂
Un abrazo, Miguelángel.
Me gusta la tensión que creas con los anhelos de la cocinera, haces que el lector desee que los cacos se vayan a la caja fuerte, lograr esa complicidad del lector con los personajes no es fácil, pero ¿hay algo difícil para ti?
Un abrazo.
Sí, hay algo difícil para mí. Escribir algo muuuuy largo, por ejemplo; o escalar una montaña (me da vértigo); y así la lista podría seguir…
Gracias Yolanda por tu comentario. Un abrazo.
¡Ay, pobre! igual hasta se la llevan para que les cocine lo robado.
Tú y tus finales Sara, siempre geniales.
Un abrazo
Ya me imagino a la cocinera haciendo fogatas y preparando pucheros en el monte 🙂
Otro abrazo para ti.
Mejor meterse debajo de la cama porque nunca se sabe qué van buscando los ladrones. Me gusta mucho el giro que das en el texto haciendo del escondite una trampa. Mucha suerte, un saludo.
De primeras parecía buena idea esconderse en la despensa. Como bien dices, nunca se sabe qué intereses tendrán los ladrones.
Gracias, Ana. Un abrazo.
Moraleja: el mal se vuelve contra el que lo desea para otros.
Esa es una de las moralejas del texto, sí. La otra podría ser que no siempre el dinero es lo más valioso 🙂
Un abrazo, Miguelángel.
Los forajidos en realidad eran unos pobres desheredados echados al monte. Buen micro, como siempre Sara.
Eso. Cabe esperar que sean agradecidos y se porten bien con su anfitriona, después de reponer fuerzas. Aunque nunca se sabe…
Un saludo.
Corto pero intenso.Felicitaciones Sara.
A veces la avaricia rompe el saco,en este caso,solo la necesidad les movía.
Suerte!
Rosa.
Cuando hay hambre, no se puede pensar en otra cosa…
Un abrazo.
Sara una narración que parece un fotograma, nos pones en situación en muy pocas palabras. Y el final muy bueno.
Felicidades.
Gracias, Asun. Acabo de reparar que en este microrrelato apenas he usado adjetivos. Quizás por eso parece un fotograma 🙂
Un abrazo.
Muy buena narración de un instante en el que la cocinera hubiera querido fundirse en sus fogones para escapar de los forajidos.
Suerte y recibe mis saludos.
Me la imagino allí arrinconada rezando (o mentando a quién sabe 🙂
Un abrazo, Anna.
me gustó mucho como llevaste el suspenso hasta el inesperado final- felicitaciones.
Teresita
Gracias, Teresita.
Un beso.
me gustó mucho como llevaste el suspenso hasta el inesperado final- felicitaciones.
Teresita
Como suele ser habitual en ti, en muy poco espacio aglutinas una compleja y completa historia y dejas al lector intrigado. Buen y contundente relato. Gloria Arcos
Cada vez me salen los micros más micros 🙂
Un abrazo, Gloria.
Como suele ser habitual en ti, en muy poco espacio aglutinas una compleja y completa historia y dejas al lector intrigado. Buen y contundente relato. Gloria Arcos
Sara, coincido con los otros comentarios, no le falta nada al relato; solo ponerle un final personalizado; a mojarse!!! Suerte y saludos.
Eso, eso. ¿Cuál será la suerte de la cocinera? De momento parece que hay razones para alarmarse.
Un saludo.
Hola Sara: este relato es un BCM.
O sea …un Breve y Conciso Microrrelato!!. Que no sé si le falta algo pero sé que no le sobra nada. Que me deja intuir la suerte que correrá la cocinera y como en medio de todo, le he cogido cariño, pues me la imagino enamorándose de un fugitivo y preparándole unas buenas gachas al abrigo de una casa en el monte comprada con el importe del valor de uno de los collares de la señorona.
¡Vamos! que ha cambiado su vida a MEJOR, y siempre es una suerte esconderse en una despensa.
Besos para tí y mucha suerte amiga.
Vaya, interesante destino el de la cocinera. Convertida también ella en fugitiva y cómplice del robo. Eso sí, feliz y enamorada, que eso es lo importante 🙂
Gracias por tu comentario, Laura. Un abrazo.
Breve pero muy buen relato.
Suerte y un saludo.
Gracias, Blanca,
Un saludo.
Ya lo han dicho por ahí, pero ese modo de lanzar el relato para que el lector lo continue es genial. Suerte.
Abracísimos.
Gracias, Barlon. Abracísimos también para ti.
«No sabía que los fugitivos…» Ese narrador omnisciente nos cuenta todo porque lo sabe todo, pero se guarda el desenlace… ¡Puñetera tercera persona sabelotodo! (jajaja)
Pues yo creo que esos fugitivos peligrosos, están bastante hambrientos, y se la van a llevar con ellos.
Sara, genial, como siempre.
Un besoooo
La cocinera podría reencontrarse con alguien inesperado, que puede salvarla del mal trance. Hay muchas soluciones posibles a esta ecuación. Me encantan los finales abiertos. Un abrazo y suerte.
Sara, te estás volviendo malilla… aunque no como autora. Cada día me gusta más lo que escribes, como humilde lectora iletrada en cuestiones literarias. A lo mejor es que ultimamente les encuentro más humor a tus relatos, no se, o a lo mejor es que me estáis enseñando demasiado bien. El caso es que me cae muy bien tu cocinera y me estoy imaginando un final muy a lo «el cartero llama dos veces»…
Un abrazo.
Me ha gustado este escondite buscado. estupendo Sara.
Primero hay que saciar la necesidad inmediata. Y habría que ver, para estos fugitivos, qué importancia tienen las joyas. Como cuando, en algunas culturas , no sacrifican a un animal para alimentarse; qué distancia hay entre la una vaca o un perro y el hombre; yo en tu texto me pregunto lo mismo. ¡Me gustó mucho, Sara!
Un placer leerte.
Saludos desde Pergamino, Buenos Aires.
Pues en dos palabras In-mejorable.
Para mi y sin mermar la calidad de lo leído hasta hoy, el mejor.
Estimada Sara, es casi casi perfecto.
Me ha encantado. No puedo decir más.
Ha sido un latigazo por toda la columna vertebral.
Suerte.
http://montesinadas.blogspot.com.es/
Excelente micro, Sara, según nos tienes acostumbrados. La rutina, «como cada mañana»; el suceso excepcional, «cuando los forajidos»; las expectativas de un desenlace en estilo indirecto libre, «deseó que fueran a por la caja»; y ese golpe maestro del narrador que rompe esas expectativas y atrapa al lector, «no sabía…».
Mucha suerte.
Conciso, concentrado y meridianamente claro. Muy bueno, como siempre.
Un abrazo,
Pobre cocinera ¡qué mal escogió el escondite! ¡No habría sitios en la casa! Pero el destino juega sus propias cartas.
Un micro muy claro, ligero, conciso. Me gustó Sara, mucha suerte con él. Besos.
A mí es que siempre los forajidos me han caído muy bien, por tanto tu Clotilde se escondió en el lugar más acertado. Me estoy imaginando el encuentro, de comedia.
Un abrazo.
Y es que el hambre es el motor más potente. Con el estómago lleno, se pueden desear otras cosas. Sin él saciado, el hombre no ceja hasta conseguir comida.
Simpático micro, Sara.
Un beso.
Un excelente micro que nos hace cómplices de los hambrientos bandidos.
Felicidades