SEP94. UNA TABLA EN EL MAR, de Esther Cuesta de la Cal
No quiero regresar. Y me aferro con fuerza a sus brazos. No es mi madre, pero quisiera que lo fuera. No es mi país, pero aquí podría ser feliz. No vería más la guerra, el dolor, la miseria y la huida.
Tengo que volver, no hay otra solución. Debo agradecer mi suerte pero no puedo. Odio a todos, a los unos por destrozar mi infancia, y a los otros, por enseñarme que hay otra forma de vida, que difícilmente tendré.
Menudo dilema el del desarraigado. Qué gran discurso de desamparo.
Enhorabuena.
Juan M
juanmanuelsanchezmoreno.blogspot.com
Todo un drama, bien narrado en la brevedad de tus palabras.
Suerte y recibe mis saludos.
Genial, me encantó, directo al corazoón. Me ha recordado a los niños saharauis que vienen cada verano o los niños soldados que acaban sintiendo algo parecido.
Muy bueno Esther me gusta.
Abrazos y suerte
http://montesinadas.blogspot.com.es/
Esto me recuerda a los niños Saharauis que vienen todos los años a España a pasar los veranos con otras familias y muchas veces he pensado lo mismo: qué sentirán cuando vuelven a su país? pasan de un modo de vida tan diferente a otro!
Un saludo
Suerte
Rosa.
Hola a todos,
gracias por comentar, y sí, mi pensamiento está con los niños que vienen «de vacaciones» con familias estupendas, que procuran darles todo el cariño y durante unos días una vida mejor. Y me he preguntado muchas veces cómo se sentirán a la vuelta.
Yo tampoco querría volver.
Un abrazo,
Un relato muy bien llevado que te frunce el corazón.
Abrazos.
Yo también me hago esa pregunta. Un mes de piscina, playa, helados, dibujos en la tele con mando a distancia, muñecas… y luego vuelta al campamento con tus hermanos y padres y once meses sin horizonte. Es duro imaginar cómo este choque de realidad social y de injusticias quedará grabado en esas mentes infantiles.
Un abrazo.
Hola paisana, me gusta el título y me sorprende la metáfora que esconde con el resto del relato directo y crudo. Elegir el «yo» para narrarlo es un acierto y se entiende perfectamente que se trata de un niño -mayorcito por la fuerza y el razonamiento- de otro mundo menos favorecido, sin decirlo expresamente, bien hecho. Somos tan afortunados de todo lo que tenemos, y todavía nos quejamos, está bien que nos recuerden que somos unos privilegiados.
Gracias a todos y un abrazo.
Encoge el corazón tu relato, Esther.
Indicas que en tu mente estaban esos niños que vienen de vacaciones y luego tienen que volver a sus países llenos de privaciones, lo cual lo hace aún más desgarrador, porque el mundo nunca respirará tranquilo mientras un niño esté triste.
Qué malo es conocer lo bueno para disfrutarlo apenas un instante…
Un abrazo.