SEP97. JIRONES DE SANGRE Y FUEGO, de Rubén Gozalo
Cuando la fruta está madura, es más fácil de masticar, de digerir y sabe más dulce. Aun así, Rosario deja la manzana sobre la bandeja y se estremece, como el rumor de las olas que en ese momento agita el mar de ideas que sobrevuela su cabeza. El dolor no se marcha. En ocasiones, la diarrea es tan fuerte que nota decenas de cuchillas incrustándose en su estómago. Es un sensación atroz, irracional, que no entiende de armisticios ni treguas. Comenzó con una pérdida de peso inexplicable. Luego llegó la fiebre, los vómitos y el cansancio. Su marido le confesó que era algo normal. Un día, en el trabajo, le empezaron a temblar las rodillas y sus ojos se nublaron igual que los de un miope cuando se desprende de las gafas. Conforme transcurrieron las semanas, su risa se apagó y su cuerpo se redujo a huesos y piel.
—¿Ha terminado? —le pregunta la mujer embutida en una bata blanca.
Asiente con la cabeza y cuando vuelve a estar sola, se quita el pañuelo de seda que viste su cráneo, se acaricia la calva que luce desde hace meses y se pregunta en silencio, si alguna vez terminará esa pesadilla.
Es duro tu relato, pero bien narrado,. No comprendo demasiado la frialdad de la mujer de la bata blanca y me extraña que el marido no le diera importancia.
Me gusta el principio y también tiene un buen final.Lo de menos es la calva.
Un relato valiente.
Saludos.
Un relato muy fuerte pero que por desgracia está presente en muchas familias.
Un abrazo Rubén
Cruda realidad en muchos casos. Me gusta «el rumor de las olas que en ese momento agita el mar de ideas que sobrevuela su cabeza». Es duro, pero sereno. el dolor no se marcha, pero todas las pesadillas se acaban.
Está bien narrado, consigue transmitir y emocionar al lector.
Discrepo con Ana U, conozco muchos,demasiados «sanitarios», los hay humanos y también autómatas.
Hola de nuevo Ana, con permiso de Rubén, que le invadimos su trocito de blog…
sigo discrepando contigo Ana, he elegido la palabra autómata por algo, no a la ligera, hay profesionales maravillosos y tambien autómatas que ni piensan ni sienten. en todas las profesiones las hay, pero las personas que trabajan al servicio de otras personas, máximes gentes que sufren deberían tener un toque , una pizca de humanidad.
Me alegra mucho que no conozcas a ninguno y que siga así por mucho mucho mucho. Mas besos